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UNIENDO CASUALIDADES

De Cafarnaún a Jerusalén (III)

El joven preguntó:
- ¿La muerte de mi padre puede ser una experiencia de Dios? ¿Estáis seguro de esto?
- No puede salir nada bueno de ninguna muerte, no nos sirve como punto de partida. Conduce directamente al absurdo. Nos interesa el contrario de la muerte: vida, felicidad, sentido. En una palabra, amor.
Te hablaré de un amor que no ha venido a ser servido sino a servir. No todos los amores son amor, sabes?
Éste en concreto lo descubrí entre la gente de Nazaret. Primero en mi casa. Después entre los hombres y mujeres de aquí y allí. Para ellos era lo más normal del mundo y no le daban más importancia.
De hecho, cualquier ser humano ha sido capaz, al menos una vez en la vida, de amar con un amor gratuito.
Hay una razón. La ternura es la pasta de la que todos estamos hechos. Todos. Pase lo que pase quedará una chispa de ternura, estoy convencido de ello. Amar es el movimiento natural de la humanidad, esto no significa que sea lo más habitual.
Mira, la vida me ha enseñado una cosa. Cuanto más humano más frágil. Cuanto más real, menos evidente.
Esto explica que los humanos nos perdamos en nuestras cosas y que Dios, realidad de la realidad, sea lo más oculto, lo menos necesario e inasequible a la inmediatez de la comprensión humana.
Hay un hecho que siempre me ha parecido incomprensible: que el hombre pueda prescindir con tanta facilidad de eso que lo hace humano. No es extraño pues, que la experiencia de Dios sea tan gratuita.. tan rompediza.. ¿Entiendes lo que te quiero decir?

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