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UNIENDO CASUALIDADES

(5) Anna Politkóvskaya, la periodista rusa fue asesinada en 2006 tras investigar el conflicto ruso-checheno

(5) Anna Politkóvskaya, la periodista rusa fue asesinada en 2006 tras investigar el conflicto ruso-checheno

La periodista considerada más incómoda en Rusia narró episodios de la tragedia de Beslán, donde murieron 171 niños en una escuela secuestrada por guerrilleros chechenos. Habían intentado secuestrarla, drogarla e incluso hacerle fotos pornográficas para desacreditarla.

Cuatro disparos acabaron con la vida de Anna Politkóvskaya el 6 de octubre de 2006 cuando se disponía a entrar a su piso. Tenía 48 años y había sido arrestada, sufrido constantes amenazas e incluso fue medio envenenada durante un viaje a Beslán, donde Anna centró su labor de investigación periodística los últimos años. 

Politkóvskaya era considerada la periodista rusa más incómoda, pero murió dando la cara y con la cabeza bien alta. Esto último no es nada fácil en un país que divide las personas con proyección pública entre partidarios y enemigos.
 
Su marido respondía en los siguientes términos a las preguntas de un periodista respecto a la muerte de Anna: "al menos sus palabras están a buen recaudo", decía aliviado. Interpelado sobre la brutalidad del asesinato, en cómo fue abordada a la salida del ascensor de su casa y disparada en el rostro, él respondió con un lacónico "mejor así".
 
Detrás de este dolor resignado está el hecho que pocos días antes habían intentado secuestrarla, drogarla y hacerle hacerle fotos pornográficas en medio de una orgía para luego publicarlas en una revista de prensa rosa para desacreditarla con titulares tipo "la periodista se divierte con tres soldados". Cuando la matan, su marido sabe que, al menos, todo aquello por lo que ella había luchado estaba a salvo. Anna había salido victoriosa en la lucha entre difamación y libertad de expresión.
Anna se había enterado de los planes que tenían reservados para ella y estaba aterrorizada porque toda la trabajada y sacrificada carrera que había construido se podía venir abajo en cualquier momento. Tenía miedo que hicieran algún montaje para desacreditarla.
Su estilo era claro: no firmar nunca con pseudónimos, no esconder nunca su nombre, dar siempre la cara. En ese sentido, escribió una carta a los soldados rusos que la acusaban de exagerar y de novelar lo que ellos consideraban los ‘daños colaterales de la guerra’.
“Me consideráis una enemiga y por eso me amenazáis y me invitáis a irme de Rusia, por pensar como pienso. Es cierto, soy una enemiga. Una enemiga de un ejército formado por criminales reclutados en las cárceles y lugares de mala vida de Moscú. Soy enemiga de quién viola, saquea y roba. Si estáis de verdad orgullosos de lo que hacéis y convencidos de hacer lo justo entonces perfecto, quitaros el pasamontañas, miradme a los ojos y decidme que me equivoco”.
La escuela secuestrada de Beslán, la inocencia en la tragedia
 
Anna contó, a través de sus escritos, la situación chechena colocando ese conflicto local –que se veía como la enésima guerra caucásica- dentro del panorama internacional. Cuando ella llega en Chechenia describe sus impresiones: "me pareció llegar en un pequeño almacén donde no se debía entrar". Este se convertirá en un clásico para ella, entrar allí donde no se debe entrar.
 
Precisamente en Beslán –en septiembre del 2004- estalló el conflicto más trágico y mediático entre rusos y chechenos. Un colegio de esa localidad fue tomado por los guerrilleros chechenos y el resultado de un tiroteo con las fuerzas de seguridad rusas fue de 370 muertos (171 niños) y cientos de heridos.
 
La guerrilla llevó a los niños y maestros de la escuela al gimnasio y lo delimitó en varias zonas distribuyendo minas para controlar cada sector. Durante las negociaciones utilizaban la sed de los niños como moneda de cambio. Cada hora que pasaba morían escolares. Su exigencia era clara: o el ejército ruso retiraba sus tropas o la sed mataba a todos los niños.

La periodista cuenta una historia a través del testimonio de una de las maestras secuestradas que había sobrevivido. Hacía poco tiempo que esta maestra había tenido un bebé con lo que tiene los pechos llenos de leche. Puesto que los alumnos más pequeños tenían sed, ella les ofreció su propia leche para que pudieran sobrevivir. Sin embargo, los niños no tan pequeños lo intentaron pero sentían vergüenza y se sentían incómodos con esa situación. Entonces ella utilizó un zapato de los niños como recipiente pero la suela se empapó absorbiendo toda la leche, de modo que no consiguieron beber de ella.
 
En un determinado momento, la maestra se acuerda de que en su mesa había una cuchara que habían utilizado durante un cumpleaños y consigue usarla algunas veces hasta que un soldado se da cuenta e inmediatamente hace saltar una mina de las que utilizaban para amenazarles.
 
Como resultado, la mitad de la clase se quemó mientras la otra mitad cayó al suelo llena de sangre. Mientras el humo y la oscuridad los rodeaba, sus alumnos le preguntaban qué había pasado, si se estaban muriendo. Ella les respondió que no, que todo iba bien y que ahora estaban a salvo. Los niños se tocaban la cara y notaban un líquido viscoso que no lograban identificar (provenía de los cerebros de los otros niños). La maestra les dijo que se trataba de mermelada de frambuesa. El niño que le había preguntado le responde: "no comeré nunca jamás mermelada de frambuesa”.
 
Este relato, que habla por si solo logra meter en el centro de la historia no a periodistas, políticos o guerrilleros sino a una maestra que intenta preservar la inocencia de sus alumnos. 

En la última entrega reproduzco el artículo que supuso su testamento periodístico, algunas reacciones de su muerte y el episodio del intento de envenenamiento que sufrió.

3 comentarios

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*Cambiar el destino de los conocimientos, el aprendizaje será mayor cuanto más ... ...

Sergio -

La verdad es que siempre me ha parecido titánca la tarea de los periodistas que se juegan la vida, literalmente, por explicar lo que pasa en los sitios y contar la verdad. Creo que hay alguna asociación como Periodistas sin Fronteras que hacen la tarea de denunciar estas tropelías. Ya no quedan muchos así en esa vieja profesión de relatar historias de personas y situaciones difíciles en el mundo. El periodismo parece que ha perdido su sentido primigenio...