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UNIENDO CASUALIDADES

De Cafarnaún a Jerusalén (II)

Hay un punto de contacto entre Dios y los hombres, entre Dios y el yo. No hace falta salir de lo que hacemos o esconderse. ¡Lo he intentado explicar tantas veces!
"-Estad atentos a lo que sucede a vuestro alrededor, a los momentos cotidianos e imperceptibles por donde fluye un río de vida".
Aquí está nuestro Dios, escondido, enterrado, sembrado. Es aquí donde hay que buscarlo. Sí, escondido: a Dios nadie le ha visto nunca. Pero está. Activo. Dinámico.
Hay un punto de contacto anterior al yo… pero parece que se ha roto el hilo entre Dios y los hombres.
Uno de sus síntomas es el aburrimiento que nos hace ver todo gris, inconsistente, igual. Sin embargo al otro lado está la pasión por vivir!
El secreto, para mi, es saber hacer del dolor una oportunidad para saborear la vida.
No cualquier dolor sino aquel que está escrito bajo el cartel que lleva nuestro nombre: el de la soledad. El hambre de libertad. La responsabilidad de hacer éste mundo la casa de todos. El otro… sí, el otro… siempre cercano y siempre tan infinitamente distante… buscado… desconocido.
Todo esto junto con el mal, el amor y la muerte me remite al origen, a las raíces, me ha abierto al Dios de la Vida.
Primero como un enigma.
Luego como una intuición silenciosa.
Más tarde como un deseo.
Mucho más tarde, como el encuentro con Alguien a quien he tenido que poner un Nombre.

1 comentario

Losange -

Me pregunto si alguna vez necesitaré tantas respuestas, que recurriré como tú, a ponerle un nombre a Alguien, que por ahora, no logro dotar de consistencia.