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UNIENDO CASUALIDADES

Correr como metáfora de vida

Correr como metáfora de vida

Dicen que el deporte es una metáfora de la vida.
Hoy he ido a correr. Es un deporte que me gusta. También me gusta la bici, para mi un símbolo de libertad desde pequeño. Pero vivo en una ciudad y se me queda pequeña la zona donde puedo ir en bici, hay demasiadas carreteras peligrosas cerca, me limitan y me hacen perder la sensación de libertad. Corriendo puedo estar una hora a mis anchas sin preocuparme por si llego a carreteras llenas de coches hambrientos de kilómetros.
Gracias a que vivo en las afueras de la ciudad, cerca de la montaña, puedo salir a correr en contacto con la naturaleza.

Hay dos formas de correr. Por encima de tus posibilidades o por debajo. Uno puede correr relajádamente, sin apenas darse cuenta, sin pensar cada una de las zancadas y sin ser consciente del ritmo que uno lleva. Por contra, se puede correr a consciencia, alargando la zancada, dominando la respiración, acelerando el braceo, al límite...

Esa delgada línea entre correr sin forzar y llevar un ritmo que requiera esfuerzo y concentración para no rebajarlo, me ha hecho pensar en otro aspecto de la vida: el amor-amistad. Dentro de una amistad chico-chica nos encontramos con ritmos de todo tipo, más cómodos o más forzados.

De entrada poca gente se ha enamorado mútuamente y han pasado de conocerse a enamorarse los dos a la vez saltándose la amistad. Lo habitual pues, es que la relación empiece en bajada, a ritmo suave, en un terreno llano y relajado. Sin embargo esta situación no suele durar mucho. Si no hay interés por las dos partes la carrera es corta y se acaba.

Amistades puras y satisfactorias no hay muchas. La sombra de la pasión y el enamoramiento suele estar merodeando la amistad chico-chica como una amenaza constante, es una sospecha que acecha el próximo recodo del camino. La amistad pura se da cuando las dos personas lo tienen muy claro y pactan sólo amistad. Si hay interés por una de las partes en ir más allá, el ritmo se acelera y llega con facilidad a la barrera, al límite de la amistad-amor. Si la otra persona no se encuentra cómoda se rebasa ese límite y es cuando se sufre, se va a un ritmo insostenible, imparable. La pasión es difícil de parar por uno mismo. Rebasado el límite de la amistad el amor no llega tan fácilmente. Sólo puede llegar en el caso que las dos personas se amen mútuamente, en un compromiso de los dos.

Cuando la pasión alcanza la amistad, por un lado puede que la otra persona se de cuenta. Entonces el enamoramiento es notorio y transparente a los dos, puede dar lugar al amor o no. Por el otro lado puede que haya una declaración de por medio, la pasión empieza a tranquilizarse y con el tiempo se va normalizando aunque el desenlace es doble otra vez: amor o no.

Si se rompe la amistad por culpa de esa pasión, la carrera acaba en un sprint final angustioso al que el cuerpo responde mal (los finales bruscos nunca sientan bien). Si los dos se conocen bien y hay buena comunicación puede que nazca una comprensión y respeto que conduzca por senderos otra vez más favorables a una carrera tranquila, sin dolor, relajada, hasta llegar suavemente a una nueva etapa de la carrera: el paseo tranquilo de la amistad.

En sus altos y bajos la relación chico-chica tiende se estabiliza cuando se alcanza un amor duradero o la amistad pura, pactada. Claro que hay muchas otras posibilidades y casos intermedios, tantos casos como personas. Pero ya sabéis que me gusta generalizar. Es inevitable opinar sin generalizar un poco.

1 comentario

zingara -

he pensado a lo que has escrito...en teoria parece todo justo, pero...DEMASIADO RACIONAL!
vedad que existe la amistad hombre-mujer; verdad que es mucho mucho mucho mejor si hay amistad y no solo atracciòn; pero parece que tu quieras reglas, donde son casi imposibles.

Dostoevsky dice : \"si en el mundo todo fuera racional, no pasaria nada\" ....