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UNIENDO CASUALIDADES

Cámara de seguridad

Cámara de seguridad

Trabajaba por una empresa de seguridad en el metro de su ciudad. Controlaba las imágenes de las cámaras de la estación en una solitaria sala llena de monitores. Hacía turnos regulares siempre de 08:00h a 16:00h.

Durante sus largas horas de observación sólo de vez en cuando detectaba actitudes sospechosas que debía comunicar de inmediato a los de seguridad. El resto del tiempo lo dedicaba a pasear la mirada por los monitores intentando identificar a las personas que salían del tren y como piezas de cadena de montaje, eran depositadas en el vestíbulo por las escaleras mecánicas. Uno a uno los rostros desfilaban por delante de la cámara y conseguía recordar algunos que regularmente volvían a aparecer al día siguiente.

Para romper la monotonía, se imaginaba las vidas de esas personas: de donde venían, a donde iban, su trabajo...
A veces, mientras los observaba en el andén esperando su tren, descubría algún detalle que le dibujaba su característica sonrisa autocomplaciente de buen observador.
Le encantaba descubrir pequeños hábitos, como por ejemplo si cambiaban de ropa cada dos días o se lavaban el pelo los miércoles.

Le gustaba revivir cada día las mismas sensaciones, le daban sensación de control y seguridad. Veía llegar siempre a la misma hora a una madre que seguramente acompañaba su hijo a la guardería o veía correr desesperadamente a un chico con una mochila en la espalda que probablemente tenía mala combinación y no podía ahorrarse su carrera diaria por los pasillos.

Sin embargo, todos los días esperaba ver aparecer por la escalera mecánica algún rostro nuevo que le llamase la atención. Ayer se fijó en una chica joven, pelo oscuro largo y suelto, camiseta blanca, tejanos largos y zapatos blancos que dejaban ver unas uñas pintadas del mismo color. Le transmitía seguridad e inteligencia. Sin embargo, su cuidada imagen y su semblante serio le transmitían distancia.

A veces se preguntaba cómo sería conocer en persona a toda esa gente que se habían convertido en personajes de la película que le proyectaban a diario sus monitores. ¿Serían muy distintos a cómo se los imaginaba? Por el momento, se limitaba aprovechar lo que le proporcionaban: estudiaba minuciosamente lo que cada uno de ellos le transmitía, observaba sus propias reacciones ante un rostro o una mirada, como había hecho con esa chica.

Y pasaba las horas contemplando el dinamismo de su ciudad, el paso del tiempo en fracciones de ocho horas, en retales de vidas en movimiento sin sentido puesto que para él, eran cómo hormigas atareadas que van a trabajar.

1 comentario

Daniel Mercado -

Normalmente es difícl, por pereza, leer posts un poco más largos de lo común, o relatos. Estamos, o estoy, acostumbrándome al "fast track", sin embargo, me ha sorprendid la facilidad y agrado con que terminé leyendo esta tu historia.
Un abrazo.