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UNIENDO CASUALIDADES

Para empezar: Amor-deseo

Hay que diferenciar lo que quiero con lo que deseo. Querer es distinto a desear. En el conocido pasaje de las sirenas en la Odisea, Ulises reprime su deseo: ir con las sirenas, para hacer y cumplir con su propósito, hacer lo que quería: llegar a su casa sano y salvo. Sin embargo opta por un paso intermedio. Mientras ordena que sus compañeros se tapen los oídos y así
acabar con el problema de raíz él opta por el camino intermedio: se asegura la vida haciéndose atar al mástil pero deja sus oídos libres para conocer la naturaleza del canto de las sirenas y sentir su atracción. Fija primero el camino que quiere sin reprimir sus deseos pero sí haciendo que estos no interfieran en su deber. Así, con este ejemplo vemos que el deseo se nos
impone, es instintivo y es difícil de dominar si no se tiene muy claro lo que queremos. Los deseos se satisfacen a corto plazo pero siempre vuelven, no se pueden satisfacer de una sola vez. Ulises calcula sus fuerzas, se conoce, es un hombre libre porqué no renuncia al deseo pero no se entrega a su instinto, sabe dominarse, es dueño de sí. Los remeros, sus compañeros, no son suficientemente maduros y no están preparados para el reto, aún no saben lo que quieren. El amor no es algo pasajero, el enamoramiento sí. El enamoramiento está sujeto al deseo, al dictado de nuestro instinto, a nuestra intuición. El amor es profundo, maduro, nos pertenece, lo hacemos nuestro como a nuestra libertad, como a la posesión del mando de nuestra vida. Amamos porqué queremos amar a esa persona, es algo importante en nuestra vida, apostamos por el amor como apostamos por nosotros.

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