Cambio de blog
Esto no es una despedida.
Llevo más de seis años escribiendo aquí pero a partir de ahora he decidido concentrar esfuerzos aquí, donde encontraréis escritos míos en castellano y alguno en catalán de vez en cuando.
Esto no es una despedida.
Llevo más de seis años escribiendo aquí pero a partir de ahora he decidido concentrar esfuerzos aquí, donde encontraréis escritos míos en castellano y alguno en catalán de vez en cuando.
[A partir de una entrevista a Antonio Jorge Larruy, La Vanguardia 28/12/2010]
Tengo la sensación que cuando tratamos a los demás ofrecemos una cara distinta en función de la persona que tenemos delante, de nuestras intenciones y del tipo de relación que tenemos con ella. No lo critico, es algo que aprendemos desde pequeños y no significa que seamos falsos o hipócritas por hablar de un modo distinto con nuestra madre, amigos, pareja o colegas.
El problema es que si habláramos más con nosotros mismos, como dice Larruy descubriríamos que “vivimos en un personaje alejado de lo que somos. En nuestro interior se encuentran nuestros deseos y anhelos, lo que somos”. Es decir, que si perdemos este diálogo, renunciamos a “sacar de nosotros lo que somos”.
¿Significa esto que tenemos que pensar en un diálogo con nosotros mismos todo el día? Al contrario, “lo real es la vida, no los pensamientos sobre la vida”. No hay que dejarse atrapar por los pensamientos. Se trata de “para, aflojar la crispación mental y emocional” que es el reflejo de que no vivimos directamente desde lo que somos sino desde lo que hay que ser.
¿Cómo creamos este personaje que nos acompaña desde la infancia? Larruy cree que este personaje es fruto de la socialización. “De niños se nos ha dicho cómo teníamos que ser y no cómo manifestar nuestra potencialidad, lo que tenemos dentro”.
Otra mala costumbre que tenemos es la de comparar. “Mientras nos medimos a los demás o a otros modelos bloqueamos este proceso. Las personas que más se desarrollan son las que más confían en sí mismas y sólo viven a fondo las que se entregan”.
Finalmente Larruy nos da una receta de tres pasos. Uno, meditar un rato cada día. Dos, crear desde dentro, dejar de vivir con una actitud de dependencia del exterior. Cultivar el desarrollo afectivo, intelectual y personal. Tres, reflotar y reeducar la dimensión interior, investigar sobre nuestras ideas profundas, dialogar con nuestro niño interior, ese al que no se le dijo : “en ti está todo”.
[Como en todos los comentarios sobre películas, no recomiendo leer esto si no se ha visto antes, a menos que no se tenga pensado verla y os sirva de resumen]
Es una película que nos recuerda que hay que preservar la autonomía y personalidad que tenemos, que no deberíamos sepultar nuestra pasión ni nuestro carácter bajo lo que los demás quieren de nosotros (un matrimonio de conveniencia, un trabajo en tal sitio o una vida prefabricada dirigida a conseguir un prestigio social). Nuestra identidad se sustenta en nuestro interior, y en ello nos va la felicidad.
Uno de los momentos que más me recuerdan esto es una escena en la que Allie y su prometido Lon se encuentran en la sala enorme de un bar musical con mesitas para los comensales y escenario para los músicos. Lon le pide su mano diciéndole: “he estado buscando motivos para no casarme contigo. Me ha costado pero he encontrado uno: que si nos casamos vas a perder la última oportunidad de llevarles la contraria a tus padres”. En este punto, cuando Lon sube al escenario y -micrófono en mano- anuncia que se van a casar con ella, a Allie se le aparece la imagen de Noah y siente que algo no va bien.
Parte de esa identidad de la que hablaba son los sueños adolescentes o de la infancia. Noah es un ejemplo de lucha y perseverancia en los sueños dictados por el corazón. Es un hombre hecho a sí mismo: que elige su propio camino, no se conforma con el que le preparan otros.
El amor en el fondo es una elección. Cuando flirtea con Allie en la feria, ya es conocido por sus amigos por ser de los que “la persiguen y la consiguen”. La primera ocasión que tiene de abordarlo, en la calle y a plena luz del día, Noa le asegura que él va en serio y que lucha con todas sus fuerzas para conseguir lo que quiere.
Ella, coqueta, se deja conquistar y descubre en él alguien seguro de sí mismo y que la saca de un encorsetamiento que la aburre y que -en parte- le hace renunciar a su personalidad.
Noah la ama con todas las fuerzas. Se desean y hacen el amor pero el problema es el entorno. Amar no es sólo cosa de dos sino que el entorno también juega su papel (la familia, los trabajos, los proyectos personales, dónde se quiere vivir o los hijos que se quieren tener).
El papel de Allie me resulta un poco aniñado, me cuesta identificarme con ella porque sus aires de señorita mona y pija siempre están allí. Noah es auténtico y valiente, va de cara pero nunca supera la interrupción del romance de verano con Allie. Le escribe cada día durante un año entero pero no sabe nada de ella hasta 7 años después. Corre el peligro de ser un desgraciado por toda su vida.
Allie se encuentra en una encrucijada mientras que Noah tiene muy clara su elección, siempre la ha amado y no está dispuesta a amar a nadie más. Allie se siente traicionada por su madre -que le ha escondido las cartas- pero siente que su vida está en “la clase alta”, se siente dividida y a medio camino entre dos mundos y dos hombres que la quieren y "se la merecen".
Y después de un amor de verano, de más corazón que responsabilidad, las peleas padres hijos, de la rebeldía de ella y el amor eterno de él… el amor vence a las distintas clases sociales de los protagonistas. ¿Demasiado bonito para ser real? Un poco cursi es, lo admito. Pero la forma como tratan a los personajes viejecitos, ¿no me diréis que no es tierna y conmovedora?
En el artículo anterior presentábamos la causa de Anna Politkóvskaya, hablábamos de la persecución que sufría y reproducíamos una de sus narraciones sobre la tragedia de Beslán. En esta última entrega reproducimos el artículo que supuso su testamento periodístico, algunas reacciones tras su muerte y el episodio del intento de envenenamiento que sufrió.
El 10 de octubre de 2010, el pueblo ruso le pudo dar su último homenaje en un cementerio a 20km del centro de Moscú y, a pesar de encontrarse a las afueras de la ciudad, la afluencia fue abundante, como era de esperar por tratarse de una persona tan querida. Lo más destacable, sin embargo, fueron las ausencias: no se personó ninguna autoridad política significativa.
Reproducimos un artículo titulado ‘Estoy cansada’ en el que se refleja toda su persona: el hecho de ser rusa, periodista y mujer.
La periodista considerada más incómoda en Rusia narró episodios de la tragedia de Beslán, donde murieron 171 niños en una escuela secuestrada por guerrilleros chechenos. Habían intentado secuestrarla, drogarla e incluso hacerle fotos pornográficas para desacreditarla.
Cuatro disparos acabaron con la vida de Anna Politkóvskaya el 6 de octubre de 2006 cuando se disponía a entrar a su piso. Tenía 48 años y había sido arrestada, sufrido constantes amenazas e incluso fue medio envenenada durante un viaje a Beslán, donde Anna centró su labor de investigación periodística los últimos años.
En el artículo anterior, recogíamos trazos de la vida de Varlam Shalamov, su causa y su testimonio. En esta nueva entrega lo haremos directamente sobre dos historias que vivió durante su condena.
Éste -como primera reacción- se situó ante la hembra para cubrirla mientras ella escapaba y él permanecía inmóvil. Su actitud reveló un inequívoco deseo: que los proyectiles no alcanzasen a la hembra. Se paró, no escapó, sino que se encaró al que le apuntaba con el fusil y se dejó matar.
Shalamov en esta historia de los osos, en ese comportamiento, se está salvando a si mismo. En un entorno en el que se vendían y se mataban por una patata o un cigarrillo. Por el contrario vio un oso que era capaz de dar la vida por otro. Varlam ve en ese gesto una confirmación externa del bien, siente que hay alguien capaz de morir por otro, alguien que tiene mucha más pasión y capacidad de considerarse a si mismo que los que condenaron a los prisioneros a malvivir en los gulag.
El escritor ruso dedicó el resto de su vida a escribir ’Los relatos de la Kolymá’, un libro que “permite reconocer la esencia humana y su capacidad de resistencia aún en las más terribles condiciones”.
El régimen comunista condenó al escritor ruso Varlam Shalamov a 10 años de gulag por difundir el testamento de Lenin donde se criticaba a Stalin. Era un intelectual que discrepaba de lo que hacían los comunistas en Rusia. Mientras cumplía condena en el gulag, fue condenado otros 10 años por haber reconocido, en una crítica literaria, que el escritor Iván Bunin (autor ruso anticomunista) era un gran escritor ruso.
La palabra gulag ha venido a denominar no sólo la administración de los campos de concentración sino también al sistema soviético de trabajos forzados en sí mismo, en todas sus formas y variedades: campos de trabajo, de castigo, de criminales y políticos, de mujeres, de niños o de tránsito. O incluso más, los prisioneros en alguna ocasión lo llamaron triturador de carne: las detenciones, los interrogatorios, el transporte en vehículos de ganado, el trabajo forzoso, la destrucción de familias, los años perdidos en el exilio, las muertes prematuras e innecesarias. |
En Los relatos de la Kolymá, Varlam Shalamov sumerge al lector en su mundo -con un estilo parangonable a los grandes de la literatura rusa como Tolstoi o Dostoievski- a través de un relato literario que va más allá del testimonio y la mera descripción, en él hay 20 años de vida en condiciones extremas. Sus páginas son una referencia continua a la resistencia humana.
En medio de la muerte halló la confirmación del bien
El libro se inicia con una frase terrible "he visto demasiadas muertes, más de las que un hombre puede ver, para seguir deseando estar en vida".
En una ocasión el autor reveló que para él "Los relatos de la Kolymá son la confirmación del bien". Y dice esto después de escribir dos tomos repletos de relatos donde se habla de muerte, de sufrimiento y tortura. Leerlo -al contrario de lo que se puede pensar-, no produce una sensación deprimente ni melancólica, en él hay siempre coraje, orgullo y el honor de seguir siendo humano en ese infierno.
Dedicando su vida a relatar su historia, Shalamov quiere hacer participar al lector de todo aquello que hay que preservar del alma humana. Leer sus páginas es, de algún modo, salvar todo aquello que él ha creído toda su vida, en eso también está la confirmación del bien. Un bien cotidiano, gestos de bondad que nacen de actuar en conciencia -que el escritor ruso muestra en pequeñas dosis a lo largo del relato- lejos de cualquier idea genérica por la cual sacrificar todo lo demás (bastantes barbaridades se han hecho en nombre de una idea).
En este sentido, no quiere sólo mostrar todo lo malo, bárbaro y cruel que puede llegar a ser el hombre sino que quiere traer el siguiente mensaje a la humanidad: ésta dañada tierra puede gestionarse de otro modo, nosotros -los seres humanos- somos diferentes.
Al límite: frío y trabajo inhumano
El sistema soviético usaba dos herramientas para matar: el trabajo inhumano y el frío.
En su libro, Varlam explica que en las barracas tenían un sistema casi científico para determinar la baja temperatura (en ausencia de termómetros): si te rascaba la garganta, -30ºC; si escupías y -en el trayecto- la saliva se congelaba, -40ºC; y si ocurría lo mismo con el orín, -50ºC.
En los gulag, los prisioneros trabajaban en condiciones durísimas y durante 12, 15 ó 18 horas al día construyendo vías de tren, canales para ríos, minas o talando de árboles. El único modo de sobrevivir en esa situación era la automutilación. Se cortaban un dedo de la mano o el pié, se herían con el pico en la cara, se autolesionaban simulando un accidente con tal de ir al hospital y tener al menos unos días de descanso, calor y comida.
Su principal satisfacción: no ser un delator
De todos esos años, Shalamov está orgulloso de una sola cosa: no haber traicionado nunca a nadie. El sistema comunista, según Varlam, "te procesaba por motivos nimios, ridículos y risibles: ‘has introducido una pieza de hierro en la máquina de una industria y por ello has boicoteado la industria soviética’; o ‘has escuchado las conversaciones del vecino y las has difundido en un contexto antisoviético’”.
Shalamov dice que "los comunistas te pedían siempre autorizar el régimen soviético o fusilarte. No había alternativa. O aceptabas el sistema o te caían 20 ó 30 años sin motivo. Tenían que construir formalmente la culpa porque no había ninguna acusación".
En ese contexto, muchos rusos se vieron obligados a denunciar a sus paisanos con tal de salvar la vida y satisfacer al régimen. No haber traicionado a nadie constituyó su principal satisfacción, no tanto su carrera literaria sino haber conseguido defenderse en el infierno.
El dilema: familia o pasado
Al recobrar la libertad, Varlam se encuentra con su mujer pero ella le pone una condición para seguir juntos: cancelar esos 20 años de su vida, pasar página a su pasado, dejar de ser escritor. Pero él no se siente capaz de renunciar a su pasado, su identidad. Pasará el resto de su vida escribiendo sobre el gulag obsesionado en hacer comprender al mundo hasta qué punto puede llegar el hombre y cómo se puede luchar contra eso.
Irá a vivir solo en una casa de difícil acceso, en la periferia de Moscú. Vivirá con enorme tristeza el hecho de no poder contar con su familia. Pero, por encima de esto, el dolor más grande de su vida será el rechazo de su hija. Un día, las personas que rodean al escritor van a buscar a su hija pero al nombrar a su padre ella les cierra la puerta de su casa diciendo "ese hombre no lo conozco". No quiso saber nada de él porque su padre había escogido su conciencia antes que su familia, había arriesgado su vida por su causa que sólo había traído a su familia miseria, disidencia, marginación, miseria y ausencia de un padre.
Para él, el único modo de ser padre era conservar su conciencia –que lo había llevado a no denunciar, a no traicionar- y su actitud libre e íntegra. Un padre sin conciencia era peor que ser padre. La actitud de su hija le infligió a Varlam un profundo dolor. Le dolió saber que ella no había considerado sus palabras como una herramienta útil también para si misma. Y él moriría con ese sufrimiento.
En la cuarta entrega recogemos dos historias del libro Relatos de la Kolymá
Cojo mis bártulos de narrador: libreta, bolígrafo y cámara de fotos y me planto debajo de mi casa cuál acuarelista dispuesto a ‘pintar’ el cuadro de realidad que tiene enfrente. Delante de mí se encuentra una estación de ferrocarril (FGC) con las persianas echadas.
La calle está desierta y el sol brilla con intensidad veraniega a pesar de hallarnos en el incipiente otoño. Nadie a mi derecha y a penas un peatón a mi izquierda. Cruzo la calle para acercarme a la persiana. Ningún cartel informa de los servicios mínimos. Posteriormente, averiguaría que éstos habían sido de seis a nueve de la mañana y de cinco a ocho de la tarde. Si no fuera porque al encender la radio (privada, la pública hace huelga) la palabra ‘huelga’ se repetía a una cadencia de cinco veces por minuto, podría tratarse de un día festivo cualquiera.
A falta de signos anómalos me veo obligado a abandonar mi trinchera narrativa para cubrir la parte anterior de mi casa dirección al casco viejo del barrio. Los bancos, panaderías, guarderías y colegios están abiertos; así como la frutería y el mecánico.
En una calle que suele estar igual de desierta que la posterior de mi casa, había un grupo de jóvenes, cámara en ristre, grabándose mientras tocaban música. A pocos pasos suyos, reconozco a Arcadi, no Espada sino Oliveres, con aspecto bonachón, como siempre, jugando con una niña a las puertas de una guardería.
En la calle mayor se apreciaba más animación de la habitual en un día laborable. Parece un día de fin de semana (rostros relajados, sonrientes y gente paseando sin prisa) con la salvedad que hay muchos más negocios abiertos que un sábado o domingo cualquiera.
Sin embargo, cuando ya desistía en mi búsqueda de elementos anómalos, los encuentro al darme de bruces con el primer punto de recogida selectiva de basura. Los tres contenedores están llenos a rebosar y rodeados por un generoso excedente de cartones y bolsas de plástico. Ante este signo, decido abundar en mis investigaciones entrando en un par de escuelas de primaria bien heterogéneas: la escuela italiana y una escuela pública ‘progre’ a más no poder. Considero que la muestra puede ser representativa.
En la escuela pública los niños están en pleno recreo matinal. En recepción, me informan que la jornada se desenvuelve “con total normalidad” y que sólo cuatro maestros han hecho huelga. Sin embargo, una desenvuelta muchacha me revela que el servicio de comedor sí hace huelga con lo que -según me informa la recepcionista- muchos padres optan por recoger a sus retoños a medio día, aprovechando que en muchas empresas no se trabaja (ya sea por elección o por obligación).
Delante de la escuela italiana, veo a una docena de familias recogiendo a sus hijos. Haciendo uso de mi italiano confirmo que, al igual que en la escuela pública, muchos padres prefieren aprovechar ese día semi festivo para pasarlo en familia.
Buscando otro punto de vista de la huelga inexistente en mi barrio –basuras y comedores infantiles a parte- pongo la misma radio privada de esta mañana para escuchar en voca de Carles Torrecilla los perjuicios que acarrea una huelga general.
Entre los económicos, determina –haciendo una simple regla de tres- que un día de huelga le cuesta al país dejar de producir unos 300 millones de euros. En la economía de la calle representa un 5% menos de ingresos de este mes mientras que los gastos fijos continúan allí.
En cuanto a la imagen, dejando a un lado la confianza inversora y especulativa de los mercados, valora que la imagen de una calle cortada por la quema de neumáticos permanece unos veinte años en la retina de los turistas que pasean por Plaza Cataluña.
Finalmente, hace otra aportación de calado: un día de huelga no ocasiona pérdidas sólo por espacio de 24 horas sino que hay que tener en cuenta las horas de planificación y previsión de los empresarios para garantizar la producción de ese día tanto internamente como para sus clientes internacionales.
Completa su análisis diciendo que tenemos una sociedad demasiado compleja y sofisticada para que un sindicalista pueda valorar los costos que ocasiona una huelga de estas características. Y termina con otro apunte: además de todos los costes económicos, hay uno mental: el de externalizar la culpa (hacia la crisis, hacia los gobiernos) sin asumir la que nos pertenece.
El 10 de noviembre de 1995 es una fecha señalada en el calendario del pueblo nigeriano por dos razones. Por un lado fue una jornada victoriosa para la selección Nigeriana que conquistó la copa Afroasiática de fútbol al vencer 1-0 a Uzbekistán. Por el otro, fue una noche trágica porque el fundador del Movimiento para la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP en inglés), Ken Saro-Wiwa, fue ahorcado por el Gobierno del dictador Sani Abacha junto a ocho de sus compañeros.
Fue una noche que nunca olvidará su hermano. Recuerda que llamó a un periodista inglés y le comunicó que sabía por otras fuentes que habían matado a Ken. El periodista respondió que era imposible porque mandatarios como Clinton o Mandela se habían significado a favor de la causa de Ken, que estaba seriamente amenazado, y así se lo habían hecho llegar al presidente nigeriano.
Mientras hablaba con otra periodista, esta vez de Nigeria, cuenta que con el auricular enganchado al oído observaba por la ventana los coches de los aficionados al fútbol. Probó parar alguno diciéndoles que había muerto Ken Saro-Wiwa, que era muy conocido en el país, pero la gente no le hizo caso. Era sólo un escritor.
La causa de Ken Saro-Wiwa y sus medios para difundirla
Ken tuvo una muerte dolorosa. En manos de inexpertos verdugos, llegaron a colgarlo hasta cinco veces de la horca. Su ‘pecado’ había sido su lucha como activista y, entre otras acciones, haber escrito un libro: Sozaboy. El libro da una perspectiva al lector de la situación general vivida en Nigeria y de la guerra de Biafra en particular.
Gracias a él y a los documentales que se hicieron a partir de entonces, tenemos en nuestro imaginario la imagen de los niños con la barriga hinchada y las piernas delgadas como palillos. Él hizo llegar al mundo, a través de su libro, la historia de la guerra de Biafra que supuso la secesión de un territorio en beneficio de la explotación petrolífera en el delta del Níger. El petróleo fue el centro de su batalla literaria y política.
El planteamiento de Ken no perseguía ninguna utopía sino una idea de sentido común: quería que el dinero que llegaba a las grandes compañías petrolíferas como la Shell fuese compartido con la gente que vive en esa tierra. Quería que la mitad del dinero obtenido de la explotación de sus recursos naturales se convirtiera en escuelas, universidades, teatros, estadios, edificios u hospitales.
Ken era muy conocido también por ser el productor y autor de la exitosa sitcom africana Basi and Company. Su idea era unir las historias en las que contaba lo que pasaba en África y vehicularlas para que llegasen a un gran público.
Ken asustaba al poder, sus palabras eran peligrosas aunque sólo era un escritor de artículos, libros, una persona que salía en televisión o que hacía una comedia. Por todo ello se enfrentaba al ejército más potente de África, el que invierte más en armamento. Lo paradójico es que tuvieran más miedo de él que de la oposición o de las revueltas étnicas. Pero sus historias circulaban, se hablaba de ellas en Londres, Paris, Nigeria...
El escritor que llevó a la multinacional Shell a los tribunales
La historia de Ken es actual. En mayo de 2009 la compañía petrolera angloholandesa Shell es enviada a juicio por la muerte de Ken y otros ocho intelectuales. Una multinacional contra un escritor.
Durante años, ONG medioambientales y organizaciones tanto de izquierdas como de derechas, intentaron procesarla por desastres ambientales pero no lo consiguieron. Parece irreal, increíble y hasta surrealista que lo consiguiera un escritor.
Pero sucedió, al fin, 14 años después alguien respondería por la muerte de Ken. Una abogada holandesa, Liesbeth Zegveld, se acogió a una ley americana según la cuál se puede procesar a una empresa por el hecho de operar en América sea o no americana y sea lo que sea lo que haya hecho en otros países.
La causa que se le imputó fue haber hecho presión al Gobierno para eliminar el principal disturbo mediático: una persona que estaba hablando a la gente a través del arma más potente de la literatura africana según palabras del mismo Ken: “la capacidad de mirar a la cara la gente y explicar historias que pueden salvar una tierra”. Finalmente la Shell evitó el juicio previo pago de 15 millones de dólares. Éste es el precio de la vida de un escritor.
La relación con su familia
El lado triste de esta historia es que detrás del Ken activista había una persona que tuvo que hacer elecciones decisivas en su vida y no siempre acertó. Lo que demuestra lo difícil que es, en ocasiones, tomar determinadas decisiones. Sería un error definir a gente como él de héroes, arcángeles mandados del destino, personas capaces de hacer sacrificios y de no equivocarse nunca. Una elección difícil como la de Ken trae satisfacciones pero también muchos problemas y conlleva pagar un precio, en su caso la familia.
Precisamente uno de sus hijos, que ahora reivindica su memoria, había llegado a odiar a su padre. Un día le escribe refiriéndose a la muerte del hermano pequeño que murió jugando a rugby debido a una cardiopatía congénita que tenía. Ken fue a verlo en Inglaterra -donde vivía exiliada toda su familia- pero sólo fue al funeral y les acompañó apenas un par de días. Esto dolió mucho a su hijo que necesitaba las palabras de su padre.
Le llega a decir: "Pero cómo has podido volver a escribir y manifestarte por Nigeria cuando aquí estamos desesperados -madre, hermanos-, te has ido cuando necesitábamos tu presencia y tus palabras”. “¿Pero qué hombre eres? Combatiente para la libertad, escritor de palabras justas,… ¿Cómo puedes irte de esta forma?”.
Desde la prisión, Ken le responde un día a su hijo. El hijo le escribe diciéndole que no se moverá por él para sacarlo de allí porque tiene una familia (dando a entender que él sí prioriza la seguridad de su familia, sabe bien que en su vida no quiere hacer pagar a los demás por las elecciones que hace). Pero al final su hijo le entiende hasta el fondo, le manda cartas de apoyo incondicional y de acercamiento. Consigue entender con la razón, aunque se le quedan las heridas dentro.
Ken sabía que su elección conllevaba heridas para sus hijos, había obligado la huida de su mujer, lo sabía y, a pesar de todo, lo hizo y tiró hacia delante porque sabía que su elección haría cambiar las cosas, al menos lo intentó.
Su testamento: su memoria
Hay un verso suyo –que escribió en la cárcel- en el que dice: “lo que me hace sufrir más no es el hambre, los golpes, el frío, el aislamiento o saber si habrá un proceso de mi causa. Lo que me hace daño es saber que todo esto no se sabrá, saber que será en vano”.
En este momento hablar de sus palabras, de su historia, recordar que un escritor ha hecho procesar una multinacional, tocar, mirar y oler las páginas de sus libros, compartir lo que decimos, significa salvarlo de ese miedo. Sus palabras y sus escritos siguen siendo peligrosos en la medida que hay alguien que los lee, que habla de ellos y que continua haciendo de esos libros un arma potente contra cualquier tipo de poder.
Vídeos de la intervención de Roberto Saviano en el programa Che tempo che fa
El joven escritor italiano Roberto Saviano apareció el 11 de noviembre del año pasado en la cadena de televisión RAI. En el programa ‘Che tempo che fa’, presentado por Fabio Fazio, hizo una serie de intervenciones que llevaban el nombre de su último libro La bellezza e l’inferno (La belleza y el infierno) que recopila artículos suyos de los últimos seis años.
El presentador empieza citando unos versos de John Keats:
Belleza y verdad, verdad y belleza.
Esto es todo lo que sabemos de esta tierra.
Esto es todo lo que nos hace falta saber.
El denominador común de estas intervenciones es el poder de la palabra, ya sean palabras de verdad, resistencia o denuncia pero también de calumnia, defensa, falsedad o violencia porque en la palabra conviven los dos extremos: el infierno y la belleza.
El primer vídeo hace referencia a dos mujeres iranís: Neda Agha Soltan y Taraneh Mousavi, la primera muerta en una manifestación, la segunda violada y quemada.
Neda Agha Soltan, la voz de la disidencia
No había cámaras de los medios de comunicación internacionales cubriendo el conflicto.
Sí había chicos con móviles haciendo fotos y vídeos (como el que grabaron de la muerte de Neda que dio la vuelta al mundo).
Una de ellos es Neda que, junto a sus amigos, se está manifestando contra el presidente. Lleva consigo un móvil, un elemento inocuo pero peligroso si se muestra en público. Es un elemento incómodo para la sociedad iraniana como dejar un mechón de pelo fuera del velo o llevar demasiado maquillaje. Manifestarse, ser mujer, y llevar móvil son tres elementos que la llevan a la muerte.
Un miembro de la guardia revolucionaria la ve y dispara. Neda muere en los brazos de sus amigos. Unos dicen que estaba telefonando, otros que estaba grabando. El golpe en el pecho la tiró al suelo y muy lentamente le empezó a salir sangre de la nariz, de los ojos…
"Neda muere con los ojos abiertos para vergüenza nuestra que vivimos con los ojos cerrados"
Mientras moría, sus amigos y los que la conocían le gritaban: “¡quédate aquí, estamos contigo, resiste, responde!”. Neda muere en un momento.
Esa misma noche una chica iraniana consigue meter el vídeo, que había circulado rápidamente entre los jóvenes, en la CNN de modo que lo que sucedía en Irán, y que no recogían las televisiones, pasó a un primer plano. Su caso cambiaría la percepción de ese conflicto.
No eran imágenes lejanas de conflictos incomprensibles del Medio Oriente llenas de sangre, incómodas y que nos perturban la cena sino un conflicto personal: imágenes de una chica reconocible para todos, una chica como cualquier otra, con velo y zapatillas de deporte.
En este caso los blogs han sido el único medio del pueblo iraní para dar a conocer ese hecho y Neda, que significa ‘voz’ en persa, ha sido el icono que simboliza ese conflicto, la voz de los disidentes.
Taraneh Mousavi, el rostro de la mujer libre
En una manifestación festiva (cabe recordar que en Irán no está permitido hacer fiestas o cantar al aire libre), centenares de jóvenes salieron a la calle para protestar. Durante la manifestación arrestan a varios, entre ellos Taraneh.
La guardia no la lleva a la cárcel como a los demás sino en un edificio y la encierran en una sala. Algunos testimonios dicen que ha sido la chica violada el mayor número de veces, por el mayor número de soldados y durante diez días.
La violación es un instrumento sistemático del gobierno iraniano no sólo por herir o torturar sino por destruir la imagen de la persona detenida. Cuando salga no tendrá un aura de héroe, rebelde o de valiente que se ha salido con la suya, sino de alguien violado (también violan a los hombres). Quieren que la violación sea un tipo de certidumbre para el prisionero que no llega de la denuncia sino de la comunicación silenciosa. El arrestado lo contará con voz baja a otra persona, es un terror silencioso.
Taraneh tiene una hemorragia, el médico pide intervenir pero los guardias se la llevan otra vez, no quieren que se sepa lo que le han hecho, quieren evitar que salgan a la luz registros o datos. Sin embargo, se avisa a la familia que acude rápidamente al hospital y consiguen hablan con una enfermera que les confirma que Taraneh, que significa ‘canción’ en persa, llegó con los órganos sexuales desgarrados.
Pocos días después se encuentra su cuerpo quemado en la periferia de Teherán. ¿Por qué se quema un cuerpo? Porque un cuerpo torturado lleva el testimonio del horror mientras un cuerpo quemado es sólo eso, es una forma de eliminar las pruebas.
Y surge la pregunta: ¿por qué? ¿por qué le sucedió esto a Taraneh? ¿Qué razón mueve tanta maldad y crueldad por una persona inocente? La respuesta se revela mirando su foto. Taraneh era bellísima, cuidaba su imagen, se maquillaba, estaba orgullosa de su belleza.
Por eso la detuvieron, eso es lo que les da miedo y les resulta insoportable. El régimen no tolera ver mujeres orgullosas, libres y que hagan frente a los que les impiden vivir. No son mártires que quieren morir por una causa. ¡Sólo quieren vivir! Hablar con sus amigos, llamar por teléfono, ser felices, organizar fiestas, conducir, vestirse como quieren, maquillarse, manifestarse contra el gobierno para vivir mejor.
Su belleza es la victoria de los que están buscando traer los derechos civiles y democráticos en Irán.
Vídeos de la intervención de Roberto Saviano en el programa Che tempo che fa
José Antonio Marina hace un recorrido interesante de la naturaleza humana para explicar su vertiente religiosa y la realización de la bondad y la justicia que, en términos evangélicos, llamamos el Reino de Dios.
Dice que “El comienzo de todas las culturas fue religioso” porqué la religión “acompañó desde el principio a la aparición de la creatividad en el mundo”. A medida que el hombre evolucionó y fue capaz de trascender la realidad, comprendió signos y creó el lenguaje, tuvo noción de su finitud y de un absoluto, creó en su mente la idea de Dios.
La evolución nos llevó a conquistar la libertad, ser expertos de la adaptación al medio y desarrollar una gran capacidad creadora.
Con el paso de los siglos nos fuimos refinando pasando de animales “listos” a “dignos”, a ser capaces de captar “la emoción que produce la belleza, la gracia en el arte, la ligereza de la inteligencia creadora”.
En este punto Marina asegura que “podemos decir que el más poderoso de los vuelos de la inteligencia que pretende resolver los problemas de la sociedad es la ética”.
“Necesitamos una vida alta, crear es hacer que algo valioso exista, donde antes no estaba; su culminación es la bondad”.
Y haciendo un ejercicio de imaginación, finaliza ese recorrido del que os hablaba, exponiendo que “Si la inteligencia desplegara toda su actividad creadora, su brillante capacidad de bondad, ¿qué aparecería? Lo que en términos evangélicos se llama Reino de Dios”.
[del libro "¿Por qué soy cristiano?" de José Antonio Marina]
Alain Robert, conocido como el Spiderman francés, siente que su vida es un ejemplo en este mundo temeroso tan sensible con la seguridad y huidizo del riesgo.
Debido a algunas caídas (la peor desde 15 metros de altura) Alain sufre vértigo y está discapacitado en un 60%. Sin embargo, nada le ha impedido convertirse en el mejor escalador en solitario (sin cuerdas) del mundo.
Famoso por haber escalado los edificios más altos del mundo sin más herramientas que sus manos y pies, confiesa que “se trata todo el tiempo de una cuestión de fuerza de voluntad. Si sientes como arden las ganas dentro de ti, entonces simplemente comienzas a hacerlo sin que importe nada más”.
Conserva sus sueños infantiles pero no se considera un loco. Considera que la escalada requiere sobretodo de fuerza mental y a sus cuarenta años se ve escalando hasta los 55 años. Estudia el terreno, analiza las previsiones metereológicas y es consciente de sus capacidades: asume un proyecto si tiene al menos un 60% de posibilidades. No elude el riesgo, “mi idea es atreverme a fallar, sólo de esa manera puedo conseguir mis objetivos”.
El escalador nos enseña a luchar por lo que nos proponemos. “Escalar es mi pasión, mi filosofía de vida. Aquí va mi mensaje que le deseo enviar a todo el mundo. Nos ponemos metas nosotros mismos, pero somos capaces de alcanzar cimas muy altas, y conseguir nuestras metas. Todo lo que tenemos que hacer es encontrar esa energía y fuerza interior. Aprende cómo desarrollarla.”
[desconozco el origen del texto. Pero sin duda recomiendo imprimirlo y colgarlo en algún lugar visible de tu habitación]
Un profesor, delante de sus alumnos de la clase de filosofía, sin decir ni una palabra, cogió un bote grande de vidrio y procedió a llenarlo con pelotas de golf.
Después, preguntó a los estudiantes si el bote estaba lleno. Los estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que sí.
El profesor cogió una caja llena de perdigones y los vació dentro del bote. Estos llenaron los espacios vacíos que quedaban entre las pelotas de golf.
El profesor volvió a preguntar de nuevo a los estudiantes si el bote estaba lleno, y ellos volvieron a contestar que sí.
Después, el profesor cogió una caja con arena y la vació dentro del bote. Por supuesto que la arena llenó todos los espacios vacíos.
El profesor volvió a preguntar de nuevo si el bote estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes le respondieron con un sí unánime.
El profesor, rápidamente añadió dos tazas de café al contenido del bote y, efectivamente, llenó todos los espacios vacíos entre la arena. Los estudiantes reían.
Cuando la risa se fue apagando, el profesor les dijo:
Quiero que os fijéis que este bote representa la vida.
Las pelotas de golf son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, el amor, cosas que te apasionan. Son cosas que, aunque perdiéramos el resto y nada más nos quedasen estas, vuestras vidas aún estarían llenas.
Los perdigones son las otras cosas que nos importan, como el trabajo, la casa, el coche… La arena es el resto de las pequeñas cosas…
Si primero pusiéramos la arena en el bote, no habría espacio para los perdigones, ni para las pelotas de golf. Lo mismo sucede con la vida. Si utilizáramos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, no tendríamos nunca lugar para las cosas realmente importantes. Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad. Ve con tu pareja a cenar, juega con tus hijos, concédete tiempo para ir al médico, practica deporte, disfruta con tu afición favorita…
.. y terminó con:
- Siempre habrá tiempo para limpiar la casa, para reparar la llave del agua. Ocúpate primero de las pelotas de golf, de las cosas que realmente te importan. Establece tus prioridades, el resto solo es arena.
Uno de los estudiantes levantó la mano y le preguntó qué representaba el café.
El profesor sonrío y le dijo:
- ¡Me encanta que me hagas esta pregunta!. El café es para demostrar que aunque tu vida te parezca llena, siempre hay un lugar para dos tazas de café con un amigo.
- ¿Cómo estás?
- Bien, todo bien, ¿y tú?
Cuántas veces hemos respondido por inercia a esta pregunta y la hemos devuelto como un boomerang. Algunos pensaréis que es pura cortesía, una respuesta de buena educación. Sin embargo, repitiéndonos una y otra vez que estamos bien terminamos por auto convencernos y si esa misma pregunta nos la hace una persona próxima, incluso nos negamos la verdad a nosotros mismos y a nuestro círculo más íntimo.
Uno de los pilares de cualquier relación familiar, de pareja o amigos es la confianza. Si la comunicación es rutinaria y no dejamos aflorar nuestros miedos, dudas e inquietudes la conversación se vuelve rutinaria, forzada y postiza. El aparentar estar siempre bien y no reconocer nuestras vulnerabilidades nos acaba pasando factura.
Lo positivo de todo esto es que la gente que nos quiere, nos quiere tal y como somos. El hecho de ser sinceros con nosotros mismos y nuestra gente refuerza nuestros lazos y nos hace sentir mejor para salir de cada bache en el que nos hundimos.
En algunas ocasiones he tocado el tema de los polos opuestos, la mirada polícroma, el blanco, negro y los grises. Pues bien, hablemos de la intensidad y la moderación.
En un reportaje de la TV decían que los consumidores de cocaína, que llegan a un nivel de dependencia sin fácil retorno, no distinguen entre placeres mundanos más allá del de consumir. Resulta que ni la comida, el sexo, el deporte, dormir o tomar el sol les produce el más mínimo placer comparado con el consumo, que más que placer, les reduce la abstinencia y les lleva a un estado más o menos equilibrado siempre y cuando sigan consumiendo cada vez cantidades mayores.
Así que además de una llamada contra el consumo de drogas quisiera hacer el siguiente paralelismo: marcarnos como ideal de vida ir paso a paso consolidando logros y virtudes sin querer realizar todo de una vez, sin disfrutar descontroladamente de todos los placeres al alcance. Es decir, aunque no lo consigamos, os invito a tomar nota mental de intentar vivir menos según las prisas, estrés, intensidad y más desde la moderación, la coherencia y la previsión. De esta forma será más fácil disfrutar de las pequeñas cosas y realizar las metas que nos propongamos.
[Imagen Sandy Hemingway]
Sólo tenemos una vida pero deseamos, imaginamos y soñamos con vivir muchas más. Por ese motivo tenemos avidez de historias ya sea a través de películas que de novelas. Casi como un ritual, nos ponemos en la piel de los más variados personajes dejándonos llevar por sus emociones sorprendiéndonos de lo que la imaginación o nuestra empatía nos puede llegar a meter dentro de una historia.
La ficción no sólo es una huida de la realidad. De cada novela, de cada personaje se puede extraer una pequeña lección de vida ya sea en un taxi de Nueva York, una calle de Bogotá, un pub de Dublin, o un tren de la India. Cada experiencia literaria o cinematográfica puede tener su incidencia en la vida real llevándonos a comprender mejor algunos colectivos, algunas problemáticas, poniendo rostro y apellidos a los titulares de los periódicos tan reales pero a veces abstractos.
Dicen que la humanidad siempre ha buscado respuestas a través de cuatro fuentes: religión, filosofía, ciencia y arte. De las cuatro el arte quizá es la más accesible. Como dice McKee en su ‘guión’ pocos leen a Kant o Hegel si no es para aprovar un examen. No todo el mundo es creyente ni sigue con interés los estudios de biología, astronomía, sociología o economía.
Necesitamos de los dramas, las comedias, las sátiras y las tragedias para avanzar como cultura, para comprender en qué hemos cambiado y en qué hemos salido perdiendo. Sin embargo, cuesta que lleguen buenos guiones a la gran pantalla y el hueco lo llenamos a base de espectaculares imágenes, sonido y bandas sonororas.
No quieras que todos los vientos sean tuyos.
ni que los pájaros canten todos tu canción.
Salmea(canta) tu la melodía del pájaro que pasa y no vuelve.
¡ Sea el viento señor de sus caminos !
Abre la jaula al ruiseñor que tanto quieres.
Si queda ¡sabrás que se ha quedado por ti!
Si huye, no le corras detrás.
Déjalo partir.
Sin pesar.
Su vuelo es tu alegría.
Saca agua de tu pozo para los peregrinos.
Llena tu jarrón y ponlo en el camino.
No vuelvas a medir cuánto han bebido.
Alégrate, sólo, de haber sacado agua de tu pozo
y haberla puesto en el camino.
Sea tu corazón un huerto abierto.
Sin zarzas.
Que entren a recolectar tu fruta.
La que quieran y cuando quieran.
No siempre gusta lo que a ti te gusta
ni es bueno para todo el mundo lo que lo es para ti.
Teodor Suau [De Cafarnaüm a Jerusalem]
Me encanta este texto. ¿Se puede definir mejor la libertad, la generosidad y el darse a los demás? Desprende humildad y esperanza hacia un futuro abierto. Invita a valorar lo que hay, a disfrutar el momento sin cálculos, sin condiciones ni chantajes.
Respecto a la frase “Si queda sabrás que se ha quedado por ti!”, creo que es difícil aceptar el rechazo y desear lo mejor a una persona que se quiere y decirse irse porqué no es feliz. Pero aunque no sea lo más humano y habitual, es la actitud más sabia. Estamos tan alejados de estas actitudes, somos tan egoístas, pensamos tan poco con esta generosidad y universalidad…
La práctica de la prostitución en plena calle ha despertado en Barcelona el debate de la regularización de esta actividad.
Me gustaría decir que el amor es lo que mueve al mundo pero me temo que es el dinero.
Y por dinero se trafica con armas, drogas, personas, órganos…
Y la prostitución mueve mucho.
Y todo lo que mueve mucho dinero genera muchos intereses para que permanezca.
La regularización ofrece varias ventajas apuntadas en LV por Xavier Sala i Martín.
Sería la mejor manera de combatir las mafias que trafican con mujeres para que puedan ellas mismas denunciarlas desde una situación legal sin miedo a que las detengan.
Además la función de las mafias de traer ilegalmente (muchas veces engañadas) a prostitutas podría hacerse legalmente mediante contratos laborales en el país de origen.
El tráfico de personas disminuiría notablemente puesto a que la mayoría de prostitutas llegan engañadas o son forzadas a pagar grandes sumas de dinero.
Además la regulación podría obligar a cumplir unas condiciones sanitarias que harían disminuir las enfermedades de transmisión sexual.
Por otro lado, como ocurre con el cannabis, la no regulación mantiene despierta la fascinación por lo prohibido (España consume más cannabis que Holanda).
Por último, el Gobierno se plantea subir impuestos.
¿El IVA de los nuevos prostíbulos frutos de la legalización no ayudaría a sanear cuentas?
Sin embargo el debate no es tan sencillo.
¿Es admisible moralmente dinero a cambio de sexo?
¿Es cierto, como apuntaba X. Sala que genéticamente los hombres somos más promiscuos que las mujeres y biológicamente la prostitución es inevitable?
¿La prostitución evita violaciones o ejerce función social para aquellas personas que por sus propios medios no consiguen tener sexo?
¿Es un trabajo digno? ¿Si la prostitución no es digna, lo es cobrar menos de 1000€ al mes por otro trabajo?
¿Se puede prohibir una profesión porqué moralmente es censurable? ¿Con qué moral?
¿Existirá nunca una ética política global que lo solicite?
[foto de A. Hyman]
"Si la confianza del corazón estuviera al comienzo de todo… irías muy lejos". Hermano Roger.
¿Qué hay dentro de mi? ¿Cuántas barreras tiene que atravesar antes de salir a la superficie? ¿Qué es lo que me impulsa, lo que me da energía para seguir luchando? ¿Escucho lo bastante mi motor?
Si viviéramos desde lo que llevamos dentro cambiaría la forma en que hacemos las cosas, nuestra visión y sensaciones del día a día. Cambiaríamos la inquietud por una mirada tranquila, las decisiones precipitadas por más contemplación y reflexión. Todo cobraría sentido porqué la realidad está para ser leída e interpretada por nuestro particular decodificador interior.
Septiembre para muchos es el verdadero inicio de año porqué llega después de las vacaciones más largas del año. Si el 2010 es el año del apagón analógico puedes hacer que el 2009 sea el año en que se te fundan los plomos de lo banal y accesorio que no te aporta nada para ser el año en que sintonices contigo mismo y logres sacar lo mejor de ti.
Lo dicho, confía y escúchate, escúchalo…
En los días del Facebook el concepto de amistad se ha ampliado muchísimo.
Una amiga me decía que se podían englobar las relaciones en estas categorías: desconocidos, conocidos, compañeros de trabajo o estudio, amigos en general, amigos íntimos, familia y pareja.
Ahora, quizá movidos por el influjo de Facebook, bajo la etiqueta de amigos tenemos desde desconocidos (quizá amigos de amigos), a conocidos (gente de quién sabemos vagamente su nombre y la situamos en un entorno determinado), pasando por compañeros de trabajo hasta los amigos con los que nos vemos más a menudo.
Se ha perdido la connotación más íntima de la amistad. Como tantas palabras, de tanto abusar del amigos hemos devaluamos un poco el término.
Pero voy a romper una lanza a favor de Facebook. Soy de los que he agregado a un montón de gente con la que no me veo nunca pero que en su momento conocí y no me importaría volver a ver y mantener el contacto.
Este verano, por ejemplo, haciendo turismo he recuperado el contacto con una chica que hacía años que no veía y que conocí sólo durante una semana. Nunca se sabe dónde vas a acabar viviendo o dónde vas a hacer turismo y en este sentido es confortable tener una buena red de contactos.
Sin embargo, no hay que olvidar que es preferible tener amigos de carne y hueso y que esos son los más importantes y los que hay que cuidar más.
Es ese el grupo que más cuesta mantener y no digamos hacer crecer.
Es una lástima pero con el tiempo la tendencia es ir perdiendo el contacto diario y personal con los amigos y cada vez quedan menos amigos de los de ir viendo de vez en cuando.