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UNIENDO CASUALIDADES

Amor obsesivo

Amor obsesivo

[Basado en la película My Blueberry Nights]

-          Lyzzie, estoy loco por ti.

Esas cinco palabras se me clavaron en la mente como cinco cuchillos lanzados contra una puerta de madera.

-          Olvídame. Por favor, déjame en paz, estoy intentando rehacer mi vida – logré musitar.

-          ¡Soy tu marido, ese no es nadie, la próxima vez que le vea le rompo la cara, acostarse con mi mujer no le va a salir gratis!

   Mírate, ¿no te das pena? Menudo espectáculo estás dando. Todo el bar se ha callado para escuchar las paranoias de un borracho resentido. Pero en cuanto te quedes sin argumentos y te calmes un poco te van a dar la espalda.

Ahora callas porqué no tienes vergüenza – pensaba él. 
Llevo tres semanas llorando mis penas a esta camarera hasta las tantas con un vaso de whisky en la mano. Mis ojos naufragan en este vaso medio lleno, igual que mi vida que no va a  ninguna parte.
 

-          Cuando nos conocimos yo era una niña. Tú eras un policía respetable. En ti vi un hombre fuerte que me protegería y me enamoré.

   Tu siempre has estado loco por mi, pensaba que en unos meses se te pasaría pero cada vez que me iba de viaje unas semanas y volvía estabas esperándome ansioso. Ahora te vas a quedar aquí en este bar. Me voy.

-          Lyzzie, no. No te vas. ¡Si cruzas esta puerta, disparo!

   Qué cobarde te has vuelto, Frank – se lamentaba a si mismo. 
¿Qué mujer se quedaría contigo por miedo? Ya has hecho bastante ridículo por hoy. Tu vida no tiene sentido. Pero no acabes ensuciando la de los demás.
 

   Unos días más tarde llamaron del departamento de mi todavía marido. Frank había sufrido un accidente saliendo de ese maldito bar en la primera esquina de la calle Meryland.

   Pasado un tiempo cuando, con un ramo de claveles blancos, me dirigía a la esquina en cuestión para pasar unos minutos de recogimiento, se me ocurrió acercarme al bar. Aprovecharía para saldar las deudas que Frank había contraído las últimas semanas.

   Me acerqué a la camarera y cuando salió del trabajo volvimos a la esquina despacio charlando y confortándonos. Frank se había confesado mucho con ella y noté que ella estaba algo afectada.

   Me contó que Frank la había estado ayudando económicamente. Hacía dos turnos, combinaba un trabajo durante el día en una Pizzería con el nocturno en el bar. Se quería comprar un coche para volver a visitar a su familia.

   Una lágrima resbaló de mi mejilla hasta caer en el pétalo de uno de los claveles. Acto seguido los deposité en la esquina junto a un retrato de Frank con la placa de policía en la solapa de una camisa azul que yo misma le había planchado. Sonreía orgulloso, y yo ahora lo estaba de él.

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