Pompas de jabón
Érase una vez un chico, camarero en verano, que salía del bar hacia la terraza llena de mesas y sillas la mayoría atendidas, algunas por atender. Era una agradable tarde de verano que discurría sin mayor dificultad. El chico estaba más bien cansado, muchas horas de trabajo, pocas horas libres, ningún dia de descanso. En un instante cualquiera, sin pedir permiso le fue a reencontrar la vieja “ilusión de la infancia”.
Una niña se había levantado de la silla donde descansaba junto a su padre y corría hacia una pompa de jabón. Con una sonrisa en la cara y sin perder “su” pompa, crece su entusiasmo, la confianza en si misma y se lanza a seguir su traviesa y juguetona pompa. Era algo maravilloso. Veía en los ojos de la niña la fascinación que una vez a él le produjo “fabricar” sus propias pompas de jabón.
Era tan sencilla y perfecta a la vez... apenas unas gotas de jabón con una caricia de aire, le sugería algo tan mágico como imaginar el propio Dios soplando larga y cuidadosamente para formar la Tierra, como le contaron de pequeño. Seguir el vuelo errático de ese globo transparente le sumió en sueños. Ahora se dejaba transportar como si él mismo fuera una pompa de jabón.
Era como el dejarse mecer por las olas del mar. El viento jugueteaba con él, se sentía tan ligero... no sentía nada: ni el peso de la bandeja repleta de copas y botellas sobre su maltrecha muñeca, ni inoportunas punzadas lumbares. No tenía que agacharse para recoger la mesa, hacer equilibrios con la bandeja ni preocuparse por... sólo dejarse mecer por las caprichosas corrientes de aire. Si ascendía o caía no le importaba, se retorcía, daba círculos imposibles o trazaba parábolas perfectas, giraba o cambiaba de ritmo brúscamente. Cuando ya no le embriagaba el movimiento constante se dio cuenta de que unas manitas no paraban de agitarse no muy lejos de él tratando, en vano, de recogerla. Eran las de la niña. Estaba volcada en el juego y encantada de conseguir atrapar esa esfera de cristal que, sin avisar, se le había escapado sin darse cuenta que cuanto más movía las manos, más se alejaría de tocar la pompa. Le fascinaban los colores de esa pequeña esfera acuosa: un fluido de colores azulados iba girando por las paredes de la esfera por efecto de la gravedad y debido al incesante girar de la pompa. Si se fijaba con detenimiento podía verse reflejada, pero al revés. Paró de mover las manos para concentrarse en los reflejos de la pompa,entonces, como si perdiera energía, la pompa fue bajando lentamente hacia el suelo frío de piedra. Pero entre la pompa y el suelo había el espacio suficiente para que una suave mano infantil se interpusiera entre los dos y... PLAF, el más etéreo producto de los sueños de la niña fiel a su naturaleza efímera desapareció con la misma mágia fascinante con la que había aparecido.
Así fue como conluyó un reparador paréntesis para el chico, un sano ejercicio de imaginación para colorear la (a veces) fría, dura, aburrida y previsible realidad. Ahora sentía esa realidad concentrada en el peso de la bandeja.
- Una caña para mi y un zumo de melocotón para la niña, le dictó el padre.
Una niña se había levantado de la silla donde descansaba junto a su padre y corría hacia una pompa de jabón. Con una sonrisa en la cara y sin perder “su” pompa, crece su entusiasmo, la confianza en si misma y se lanza a seguir su traviesa y juguetona pompa. Era algo maravilloso. Veía en los ojos de la niña la fascinación que una vez a él le produjo “fabricar” sus propias pompas de jabón.
Era tan sencilla y perfecta a la vez... apenas unas gotas de jabón con una caricia de aire, le sugería algo tan mágico como imaginar el propio Dios soplando larga y cuidadosamente para formar la Tierra, como le contaron de pequeño. Seguir el vuelo errático de ese globo transparente le sumió en sueños. Ahora se dejaba transportar como si él mismo fuera una pompa de jabón.
Era como el dejarse mecer por las olas del mar. El viento jugueteaba con él, se sentía tan ligero... no sentía nada: ni el peso de la bandeja repleta de copas y botellas sobre su maltrecha muñeca, ni inoportunas punzadas lumbares. No tenía que agacharse para recoger la mesa, hacer equilibrios con la bandeja ni preocuparse por... sólo dejarse mecer por las caprichosas corrientes de aire. Si ascendía o caía no le importaba, se retorcía, daba círculos imposibles o trazaba parábolas perfectas, giraba o cambiaba de ritmo brúscamente. Cuando ya no le embriagaba el movimiento constante se dio cuenta de que unas manitas no paraban de agitarse no muy lejos de él tratando, en vano, de recogerla. Eran las de la niña. Estaba volcada en el juego y encantada de conseguir atrapar esa esfera de cristal que, sin avisar, se le había escapado sin darse cuenta que cuanto más movía las manos, más se alejaría de tocar la pompa. Le fascinaban los colores de esa pequeña esfera acuosa: un fluido de colores azulados iba girando por las paredes de la esfera por efecto de la gravedad y debido al incesante girar de la pompa. Si se fijaba con detenimiento podía verse reflejada, pero al revés. Paró de mover las manos para concentrarse en los reflejos de la pompa,entonces, como si perdiera energía, la pompa fue bajando lentamente hacia el suelo frío de piedra. Pero entre la pompa y el suelo había el espacio suficiente para que una suave mano infantil se interpusiera entre los dos y... PLAF, el más etéreo producto de los sueños de la niña fiel a su naturaleza efímera desapareció con la misma mágia fascinante con la que había aparecido.
Así fue como conluyó un reparador paréntesis para el chico, un sano ejercicio de imaginación para colorear la (a veces) fría, dura, aburrida y previsible realidad. Ahora sentía esa realidad concentrada en el peso de la bandeja.
- Una caña para mi y un zumo de melocotón para la niña, le dictó el padre.
4 comentarios
ivich -
Lalwënde -
Lalwënde -
Un beso, gracias por recordármelo :)
AZUL de Blancos -
un besito de jabón.