Puzzle fotográfico (3/4)
Durante mucho tiempo me he acostado temprano. A veces, apenas apagaba la vela mis ojos se cerraban tan deprisa que no tenía tiempo de
decirme: "Me duermo". Y media hora después, la idea de que era hora de buscar el sueño me despertaba.
¿Sufría insomnio? No, sino sueño en etapas. Todos necesitamos descansar, es algo inherente a nuestra condición humana. Sin embargo hay tantas modalidades de sueños como personas. Los hay que duermen como bebés, a pata suelta, de un tirón. Luego están los que tienen un sueño seguido pero débil, se despiertan al menor ruido. Otros se desvelan con frecuencia, tienen fases de sonambulismo, hablan en sueños, tienen pesadillas o se mueven hasta caer de la cama.
Mi caso es muy especial. Al atardecer, poco después de cenar, siempre a la misma hora, despido al servicio y me dirijo a mis aposentos. La cama está preparada y una vela, encima de la mesita de noche, ilumina la habitación con luz tenue e intermitente.
Es temprano, pero aún así apenas me he tumbado sobre la cama, soplo con fuerza para apagar la vela y los ojos se me cierran dando paso a un breve pero intenso sueño. Media hora, ni más ni menos. Los muchos años que llevo a mis espaldas me han hecho renunciar a seguir en cama entre fase y fase de sueño. Desde cada interrupción hasta que vuelvo a entrar en sueño profundo tengo una hora entera. Y así durante siete horas y media que incluyen cinco periodos de sueño. Esto es, media hora de sueño para cada hora y media transcurrida. Así de implacable se me muestra el transcurso del tiempo. Lo que a algunos les parecerá una anécdota a mi me ha marcado la vida.
Mis recuerdos alcanzan los albores de mi infancia. Ya a esa temprana edad me desvelaba así. Lo único que ha cambiado ha sido la naturaleza de los sueños. Antes pesadillas, ahora sueños más agradables que he aprendido a controlar mejor. A la mañana siguiente soy capaz de recordar cada uno de los cinco sueños. La curiosidad, un afán de coleccionismo o de autoconocimiento me impulsaron a llevar una auditoria de mis sueños. Cada hora libre después de un sueño me dedicaba y me sigo dedicando a escribir. Cinco horas todas las noches que añadidas a las diurnas son una buena suma para un escritor. Así, sin darme cuenta fui llenando hojas y más hojas hasta que un buen día decidí poner en orden lo escrito. Por las noches escribía lo que soñaba y dedicaba los días a rescribir y ordenar los apuntes, a redactarlos para mis libros.
decirme: "Me duermo". Y media hora después, la idea de que era hora de buscar el sueño me despertaba.
¿Sufría insomnio? No, sino sueño en etapas. Todos necesitamos descansar, es algo inherente a nuestra condición humana. Sin embargo hay tantas modalidades de sueños como personas. Los hay que duermen como bebés, a pata suelta, de un tirón. Luego están los que tienen un sueño seguido pero débil, se despiertan al menor ruido. Otros se desvelan con frecuencia, tienen fases de sonambulismo, hablan en sueños, tienen pesadillas o se mueven hasta caer de la cama.
Mi caso es muy especial. Al atardecer, poco después de cenar, siempre a la misma hora, despido al servicio y me dirijo a mis aposentos. La cama está preparada y una vela, encima de la mesita de noche, ilumina la habitación con luz tenue e intermitente.
Es temprano, pero aún así apenas me he tumbado sobre la cama, soplo con fuerza para apagar la vela y los ojos se me cierran dando paso a un breve pero intenso sueño. Media hora, ni más ni menos. Los muchos años que llevo a mis espaldas me han hecho renunciar a seguir en cama entre fase y fase de sueño. Desde cada interrupción hasta que vuelvo a entrar en sueño profundo tengo una hora entera. Y así durante siete horas y media que incluyen cinco periodos de sueño. Esto es, media hora de sueño para cada hora y media transcurrida. Así de implacable se me muestra el transcurso del tiempo. Lo que a algunos les parecerá una anécdota a mi me ha marcado la vida.
Mis recuerdos alcanzan los albores de mi infancia. Ya a esa temprana edad me desvelaba así. Lo único que ha cambiado ha sido la naturaleza de los sueños. Antes pesadillas, ahora sueños más agradables que he aprendido a controlar mejor. A la mañana siguiente soy capaz de recordar cada uno de los cinco sueños. La curiosidad, un afán de coleccionismo o de autoconocimiento me impulsaron a llevar una auditoria de mis sueños. Cada hora libre después de un sueño me dedicaba y me sigo dedicando a escribir. Cinco horas todas las noches que añadidas a las diurnas son una buena suma para un escritor. Así, sin darme cuenta fui llenando hojas y más hojas hasta que un buen día decidí poner en orden lo escrito. Por las noches escribía lo que soñaba y dedicaba los días a rescribir y ordenar los apuntes, a redactarlos para mis libros.
2 comentarios
Tonificante -
Ricardo Baez -
Saludos
RBD temprano.