Lo que nos enseñan los niños
De niños es muy sencillo hacer amigos. No somos desconfiados, confiamos en la gente, sentimos necesidad de estar con los de nuestra edad, de jugar. Son muchas las cosas que compartimos, todos nos parecemos: tenemos las mismas dosis de ilusión, curiosidad, vitalidad, energía
Sobretodo somos sencillos, no ponemos límites, la vida no nos deja de sorprender, es como un saco inmenso que aún no podemos cerrar y donde dar cabida a cualquier cosa. Decía que son sencillos los niños. Me refería a que se hacen amigos con quienes comparten cosas, en seguida suelen llevarse bien.
Los adultos, por el contrario, anteponen sus intereses, influencias y todo tipo de obstáculos y parapetos hipócritas y comodones. Uno de ellos es el tiempo. Cualquier excusa es buena para llenar nuestro tiempo menos las cosas verdaderamente importantes. Como prestar atención a la gente que necesita ser escuchada, compartir más que un protocolario "buenos días" o "hasta luego" con la familia, acordarnos de llamar a alguien, tragarnos el orgullo y dar el primer paso para reconducir un conflicto.
Nos falta tiempo para mirar por la ventana, dejando de pensar en lo nuestro, centrándonos en lo que vemos, en la gente que pasea, habla, se sienta en un banco.. Una persona que tenga tiempo para este tipo de cosas no se considera alguien importante o interesante sino alguien que quizá pierde el tiempo, es un aburrido o no tiene nada que hacer.
Los niños siempre dicen la verdad, recordáis lo de sólo los niños y los borrachos o los locos dicen la verdad. Nos asusta la verdad, por esto la disfrazamos, la maquillamos dándole el aspecto que deseamos. Es como si se tratara de una pálida pata de pollo que nos repugna y hubiera que cocinar. ¿Por qué no realizamos los sueños que tenemos de niños? ¿Por qué soñamos tan poco? ¿Nos asusta ser nosotros mismos, convivir con nuestra verdad?
La infancia es una edad libre de espíritu aunque físicamente nuestro cuerpo esté programado de la escuela a casa con miles de actividades por en medio. Pero los niños pueden estar físicamente haciendo recorridos cortos mientras que dan vueltas al mundo con su imaginación.
Un día le preguntaba a mi mejor amigo la causa de tanta actividad a nuestro alrededor. Íbamos camino a casa chutando una lata de refresco y nos sentábamos al final de una pronunciada bajada. ¿Por qué todo el mundo tiene tanta prisa, por qué hay que trabajar tanto, no seríamos más felices de otro modo? No es bueno crecer con esta idea, nos convertiríamos en vagos e inútiles pero sí es bueno conservar esta mirada infantil para simplificar nuestra vida. Vivir es comer, dormir, respirar y hacer algo para ser felices. Vivir en sociedad nos obliga, además de las actividades básicas, a trabajar, consumir no nos olvidemos de ser felices, de darnos tiempo a nosotros mismos y a los que nos rodean.
Los adultos, por el contrario, anteponen sus intereses, influencias y todo tipo de obstáculos y parapetos hipócritas y comodones. Uno de ellos es el tiempo. Cualquier excusa es buena para llenar nuestro tiempo menos las cosas verdaderamente importantes. Como prestar atención a la gente que necesita ser escuchada, compartir más que un protocolario "buenos días" o "hasta luego" con la familia, acordarnos de llamar a alguien, tragarnos el orgullo y dar el primer paso para reconducir un conflicto.
Nos falta tiempo para mirar por la ventana, dejando de pensar en lo nuestro, centrándonos en lo que vemos, en la gente que pasea, habla, se sienta en un banco.. Una persona que tenga tiempo para este tipo de cosas no se considera alguien importante o interesante sino alguien que quizá pierde el tiempo, es un aburrido o no tiene nada que hacer.
Los niños siempre dicen la verdad, recordáis lo de sólo los niños y los borrachos o los locos dicen la verdad. Nos asusta la verdad, por esto la disfrazamos, la maquillamos dándole el aspecto que deseamos. Es como si se tratara de una pálida pata de pollo que nos repugna y hubiera que cocinar. ¿Por qué no realizamos los sueños que tenemos de niños? ¿Por qué soñamos tan poco? ¿Nos asusta ser nosotros mismos, convivir con nuestra verdad?
La infancia es una edad libre de espíritu aunque físicamente nuestro cuerpo esté programado de la escuela a casa con miles de actividades por en medio. Pero los niños pueden estar físicamente haciendo recorridos cortos mientras que dan vueltas al mundo con su imaginación.
Un día le preguntaba a mi mejor amigo la causa de tanta actividad a nuestro alrededor. Íbamos camino a casa chutando una lata de refresco y nos sentábamos al final de una pronunciada bajada. ¿Por qué todo el mundo tiene tanta prisa, por qué hay que trabajar tanto, no seríamos más felices de otro modo? No es bueno crecer con esta idea, nos convertiríamos en vagos e inútiles pero sí es bueno conservar esta mirada infantil para simplificar nuestra vida. Vivir es comer, dormir, respirar y hacer algo para ser felices. Vivir en sociedad nos obliga, además de las actividades básicas, a trabajar, consumir no nos olvidemos de ser felices, de darnos tiempo a nosotros mismos y a los que nos rodean.
3 comentarios
jessica nayelli -
Tonificante -
Hay que preservar la mirada infantil de las cosas. La capacidad de sorprendernos, de decir la verdad, de decir las cosas como son, de ser inconformistas... todo eso nos enseñan... Yo tb espero conservar ese punto de locura infantil, independencia y libertad...
GreGori -
Siempre he proclamado que me gustaría conservar una parte infantil de por vida. Porque sé que resulta difícil hacerlo: no rendirse ante el desencanto.
Creo que eso es lo que separa a los niños alegres de los adultos tristones.