La sombra del avión
Primero fue un sueño, una idea gaseosa y fugaz cazada al vuelo. Poco a poco se pusieron en marcha un desconcertado corazón, un acelerado cerebro y un bullicioso estómago. Un par de llamadas hicieron más creíble lo que parecía una locura adolescente: reducir la distancia que separaba a ÉL de ELLA. El viaje había iniciado.
Parecía que las circunstancias les obligaban a posponer su reencuentro unos meses y en cuestión de unas horas estarían juntos: piel con piel.
Su cabeza seguía frenética procurando que ningún error fruto de la excitación y precipitación pusiera fin cruelmente a su sueño hecho realidad. Cuando tuvo la carta de embarque en su mano saltó de alegría y se hizo a la idea: ese papel confirmaba que mañana a las 12:50 salía su avión!!
Nunca antes se le había hecho tan largo el despegue, el avión parecía recorrer sucesiva y caprichosamente todas las pistas del aeropuerto hasta que el “accediendo a pista para el despegue” del piloto calmó su impaciencia. Aún notaba en su estómago una mezcla de mareo por el viaje y de emoción por el encuentro.
Hacía un día de invierno soleado y tan caluroso que echó en el asiento contiguo su bufanda y jersey. Intentó ahora leer un libro pero apenas leídas dos líneas le venía una idea que lo retornaba a su amada. Al fin y al cabo, ¿porqué forzarse a vivir otras vidas en los libros si la suya era la historia que más le interesaba en ese momento? Tenía muchas cosas en qué pensar. Quería ponerse en sintonía con ELLA y el paisaje limpio que veía a través de la ventanilla del avión le ayudaba.
Por fin veía la tierra de su amada. El avión jugueteaba a perseguir un río desde su desembocadura en el mar hasta su origen. Iba repasando uno a uno todo lo que veían sus ojos: carreteras con microscópicos coches, campos marrones o amarillos, pueblos con sus casitas, árboles… Pensó que desde allí parecía todo tan insignificante…
Sumido en pensamientos sobre lo pequeño e insignificante observó como un punto crecía hasta convertirse en una forma, era una sombra móvil. Se dio cuenta que era la propia sombra del avión. Faltaban cinco minutos para aterrizar y la sombra cada vez corría más, cada vez era más grande y se parecía más al avión.
En su mente se formó la siguiente imagen: ÉL llegaba desde el aire con avión y ELLA quería unirse a ÉL por tierra con la sombra de éste. Qué bonito era pensar que ÉL y ELLA, el aire y la tierra, tenían un puesto de cita, la pista del aeropuerto, donde en el preciso punto en que las ruedas del avión tocaran el suelo, la sombra del avión se uniría a él después de recorrer ríos, campos, carreteras y montañas. Cómo alguien dijo: “El amado sólo encuentra su paz en los brazos de su amada”.
7 comentarios
Sergio -
zingara -
Sergio -
zingara -
Y todo esto tiene algo de ironico,si se piensa en el hecho q al final somos nosotros quienes atribuimos a los lugares una determinada importancia o calidad en relacion a nuestros estados se animo!
Pero al mismo tiempo no piensas que los lugares desaparecen cuando se vuelve a ver - o tambien se tiene dejar - a la persona que se ama?
Tonificante -
Interesante... Y durante éste año qué harás?
EFESOR -
y solo pasaba a decirme que yo me vine a finlandia, estaré un año (llevo desde agosto) y estoy buscando la inspiración de mi vida...
quizas Los amantes del Circulo Polar tengan mucho o poco que ver con esto.
Un saludo
jose m salvatierra / EFESOR
zingara -
gracias por esos detalles que nos dejas aquí.