Civismo, dice cómo somos
Es cierto que estamos en un mundo globalizado y sin fronteras. Cada vez hay más inmigración y las sociedades son una mezcla heterogénea de etnias, culturas y religiones.
Sin embargo he podido constatar recientemente las diferencies entre dos ciudades, dos países como son Barcelona – Zürich o España y Suiza.
Para empezar dejar claro que las comparaciones son odiosas puesto que Barcelona tiene más de millón y medio de habitantes mientras que Zürich tiene poco más de tres cientos mil. Barcelona es la ciudad europea con más densidad de población mientras que Zürich está oxigenada por zonas verdes, se reparte a lado y lado del lago y sus edificaciones no pasan de tres pisos.
Pero más allá de diferencias cosméticas os cuento algunas anécdotas de su cultura. Me llamó poderosamente la atención encontrarme que en las afueras de Zürich había una carreta de madera de unos dos metros de largo con ramos de flores, una hucha y un toldo que lo protegía del sol. Los clientes leían el cartelito con los precios y pagaban lo debido a cambio de las flores sin que ningún dependiente controlase la operación.
En todo el transporte público de Suiza (trenes, barcos, tranvías, autobuses) se compra el billete pero en ningún sitio se controla si pagas o no. Eso sí, a menudo pasa el revisor aunque raramente se encuentra con alguien que no haya pagado.
La ciudad estaba limpia y silenciosa y la gente se movía sin estrés. Naturalmente los generosos sueldos de Suiza y la baja densidad de población (sólo siete millones) hace que se pueda gestionar mucho mejor (sobretodo si se cuenta con un gobierno eficaz y serio).
Por el contrario, en Barcelona se multiplican los validadores de transporte (se valida además de la entrada, también la salida del metro), el bicing (el servicio de bicicletas públicas, pagando 24€ al año) sufre robos, maltrato de las bicis (gente que va de 2 en 2, que sube aceras sin bajarse) y se toman todas las precauciones como por ejemplo para evitar que se roben los sillines de las bicis.
Otra gran diferencia son los horarios. Allí es habitual trabajar de 8 de la mañana a 16h, con una pausa pequeña para hacer el sandwich. A las seis de la tarde cierran los negocios. Aquí si salimos de la oficina a las siete es temprano!
Por último otra característica: la autoridad.
En Suiza cualquier ciudadano conoce las normas de civismo y está dispuestas a recordárselas a cualquiera.
En Barcelona se habla mucho de la normativa de civismo pero es una norma escrita que no se ha trasladado a la sociedad: las calles estan llenas de borrachos y latas de cervezas por las noches, hay suciedad (a pesar de que los barrenderos trabajan a destajo), es insegura, y a nadie se le ocurre llamar la atención a otro ciudadano que se siente en el suelo en el metro o que fume en los andenes… Simplemente eso, todavía hoy aún existen las culturas que rigen la vida en sociedad.
En éstas estaba cuando murió mi abuelo. No recuerdo quién me dijo que desde los cielos aún vivía y nos podía ver. Esto, lejos de reconfortarme, me dio miedo. Cada cosa mala que hacía creía que era censurada por él y así, poco a poco, dejé de hacer trastadas. Mi abuelo aparecía en mis sueños/pesadillas y, por cierto, no con un aspecto precisamente conciliador y tranquilizador.
De pequeño, pasada la edad de las travesuras, fui un niño que tenía bastante interiorizado el sentido de la responsabilidad. Incluso más que ahora. Quizá mi madre rompería a carcajadas al oir esto pero bueno, eso creo. Era un niño alegre pero organizado, de los que guardan sus ahorrillos en una hucha.
Me gusta la espontaneidad. La mayoría de gente se calla los elogios, se ahorra los detalles gratuïtos (darlos cuando surgen, sin cálculos ni esperar nada a cambio). Esperan San Valentín, Navidades, Rebajas, Cumpleaños o una de las fechas consumistas que no faltan en ninguna época del año.
De niños es muy sencillo hacer amigos. No somos desconfiados, confiamos en la gente, sentimos necesidad de estar con los de nuestra edad, de jugar. Son muchas las cosas que compartimos, todos nos parecemos: tenemos las mismas dosis de ilusión, curiosidad, vitalidad, energía
Sobretodo somos sencillos, no ponemos límites, la vida no nos deja de sorprender, es como un saco inmenso que aún no podemos cerrar y donde dar cabida a cualquier cosa. Decía que son sencillos los niños. Me refería a que se hacen amigos con quienes comparten cosas, en seguida suelen llevarse bien.
Pilar y Eric se conocieron durante tres días en la ciudad de Él. Breve pero intenso el tiempo que estuvieron juntos. Eric la conoció de entre un grupo de autocar que había venido de una ciudad que se halla a más de 5 horas de viaje desde la suya.
Qué fresquita estaba el agua. Mmm... qué sensación más refrescante, se estaba divinamente al sol. Tonificante, refrescante... La camisa no me molestaba, me protegía de las quemaduras. Ella estaba tumbada en la arena con los brazos construyendo una almohada. Me miró e hizo un gesto medido, sin gesticular demasiado, que enseguida interpreté. Cerró los ojos en cuanto notó mi reacción positiva.
Jorge se pasaba por mi casa después de comer. Nos ayudaba a recoger la mesa, mi madre nos daba algún dulce y, con el tiempo justo de dar las gracias, nos largábamos al aire libre. Si la imaginación de un niño es grande imaginaros, si podéis, la combinación de las dos. Corríamos y jugábamos por un campo de arena, otro de pastos para caballos, el bosque y la playa. Sin embargo, nescesitábamos, un espacio propio. Lo del espacio era lo de menos. De lo que estábamos orgullosos era de tener una cabaña, un espacio propio donde "poder hacer lo que nos dé la gana".
Para Neus, sintió la llamada de éste país y se fue a por él, sin miedo, para conocerlo de verdad.
Silencio... En el lago hay gente que escoge pasar días enteros en silencio. No escriben ni hablan, escuchan y se escuchan. Se puede visitar el lago que preside la zona que tienen reservada al margen de las tiendas y barracones más ruidosos. Hay gente encargada de preservar la zona de "contaminación acústica", es un sitio donde la gente está dispuesta a darle el valor que se merece al silencio.
Miles de jóvenes con el corazón en búsqueda, preguntándose cosas similares: la vocación, la felicidad, la fe, cómo orar o concentrarse en el interior de uno, a qué damos valor en la vida...
Es un templo sin bancos, sólo moqueta. Los viernes hay una cruz situada en horizontal con velas encima de ella.
Entras en el recinto, te descalzas y te sientas sobre la moqueta. No hay apenas luz, tu mirada descansa sobre unas telas que se levantan, como llamas de fuego que se elevan hasta el cielo. Es una luz cálida, brillante y titilante del resplandor leve de las velas de celofán.
Pocas cosas son comparables a la excitación que sentía al salir de casa con sus padres cargados de los enseres playeros cubriendo los escasos 500 metros hasta la playa. Sólo una cosa le preocupaba: pasar el último bloque de pisos y ver ondear bandera amarilla o roja, en tal caso no podría bañarse... A lo largo de esos 500 metros veía a lo lejos la mar, las olas centinellantes y se veía ahí, danzando entre las olas. No deben estar muy altas, pensaba. Pasaban la carretera cogidos de la mano y ya se descalzaban para andar por la arena. Una arena pegajosa pero agradecida para construir grandes castillos con sus fosos, túneles y puentes... de vez en cuando alguna ola se pasaba de frenada y le hundía sus construcciones. Con el tiempo, cada vez hacía más murallas, canales y jugueteaba más con el agua. Como decía, nada comparable con la excitación, con la libertad de correr con su bañador preferido hacia el agua, chapotear los primeros metros hasta que sus pernecitas no resistían la bravura del mar y se zambullía totalmente en el agua buceando unos metros con los ojos cerrados y la musculatura estirada pero relajada, con la sonrisa distendida que sabe que el verano justo acaba de empezar...