El tercer hombre
[Relato inspirado en la atmósfera de la película “El tercer hombre” protagonizada por Orson Welles.]
Era noche cerrada de 1949. Era esa hora de la noche en la que no se oyen más ruidos que los de algún gato asustado. La calle estrecha y sinuosa, dormía su soledad ante la indiferencia de los noctámbulos vieneses. Sus adoquines, mojados por la lluvia que había martilleado durante el día, eran como lustrosas pastillas de jabón negro que brillaban bajo la tímida luz de una farola.
Me habían encomendado la misión de detener una persona de nacionalidad rusa sospechosa por falsificación de pasaportes. Se había decidido actuar bien entrada la noche. Henrich me cubría las espaldas al final de la calle. Me dirigí silenciosamente a la puerta principal de la casa. Entreabrí la pesada puerta de madera y de ella salió disparado un gato negro que me heló la sangre con un aullido de lo más inoportuno. Me disponía a entrar con mi pié izquierdo para correr hacia el primer piso cuando oí un impacto contra el suelo.
Una mujer se había descolgado de la ventana más cercana al suelo y empezaba a correr. Sin tiempo de reacción, me vi maldiciendo el gato delator que ahora, con total impunidad se acababa de cruzar por mi camino por segunda vez.
Doblé la esquina una decena de metros por detrás de ella. Era harto complicado abrirse paso por la calle adoquinada, toda una invitación a romperse la crisma a cada paso. Justo cuando mi última aceleración me ponía al alcance de mi objetivo Henrich nos deslumbró con los faros de su coche y, ante el desconcierto de la joven, acudió hacia nosotros con decisión.
Fue quizás la inercia desbocada de mi carrera, la luz deslumbrante de los faros, la torpeza de Henrich, la habilidad de la ágil joven.
Esa noche de un martes 13 de enero, Viena se convirtió en una auténtica pista de patinaje para todos excepto para una experta espía patinadora rusa.
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