Vive sin miedo
[Imagen extraída de Flickr]
Cada día a la salida del colegio el abuelo de Pedro esperaba pacientemente a su nieto para recorrer juntos el camino de vuelta a casa. Su abuelo se interesaba por cada pequeño detalle de la vida de Pedro. Se aprendió enseguida los nombres de sus compañeros, los que le eran más afines, los que procuraba evitar o cuales eran sus juegos preferidos.
Poco a poco fue Pedro quien le contaba por iniciativa propia las peleas, amistades y conflictos del día a día. Así pues en pocos meses la opinión sobre su abuelo cambió radicalmente: contaba con él, lo hacía participar de su vida y su opinión siempre era importante para él.
Cuando Pedro cumplió diez años ya era mayor para moverse solo y su abuelo dejó de acompañarlo. En ese momento no se dio cuenta pero echaría en falta la presencia constante y paciente de su abuelo. En los años que siguieron se fue aislando cada vez más. Los compañeros de juegos de la infancia estaban muy raros: hacían grupos, buscaban alguien a quién criticar y no eran transparentes con él.
En esa etapa el abuelo fue hospitalizado y cuando en los próximos meses regresó a su casa había perdido la movilidad de forma que la única forma de verle era hacerle visitas.
Esperaba reencontrar un abuelo cambiado, más irascible y pesimista pero en sus ojos sólo veía gratitud y agradecimiento por la compañía. Tenía la impresión que el visitado era él. Al contrario de otras personas mayores su abuelo nunca se quejaba de sus limitaciones y no le aburría con monólogos de su vida. Así que como si el tiempo no hubiera transcurrido su abuelo siguió interesándose por los problemas de Pedro. Cada domingo por la tarde cogieron el hábito de verse y tomar un café con deliciosos dulces suizos de chocolate.
Hablaban de los exámenes, de las chicas, del equipo donde jugaba, de elegir profesión,
Una tarde cualquiera Pedro entró y escuchó la voz débil y apagada de su abuelo que lo llamaba desde su habitación. Postrado en la cama el brillo intenso de los vidriosos ojos de su abuelo le contaron que quizá era la última visita que le haría.
- ¿Tienes miedo a la muerte, abuelo? El abuelo sonrió y con tranquilidad sentenció:
- Si algo he aprendido es que por encima del temor a la muerte está el miedo a vivir. Mira, hay algo que quiero darte. Abre el primer cajón de la cómoda. Encontrarás un sobre
Querido Pedro, por tu decimoquinto cumpleaños he recopilado en este libro quince historias que hablan del miedo a vivir, a tomar decisiones, a correr riesgos, a asumir responsabilidades.
La primera de ellas es la historia de una chica que por amor decidió moverse a la ciudad de su pareja cambiando de país, trabajo, entorno. Fruto de esa relación naciste tú.
No tengas miedo a
ser criticado cuando los demás te tengan envidia.
a ser tu mismo incluso cuando te odies a ti mismo y no puedas aceptarte.
amar ni a ser rechazado.
a perder, al fracaso, a que se acaben los momentos felices
... a expresar tus sentimientos, a dialogar, a ceder, a rectificar o pedir perdón.
El miedo paraliza, no dejes que te condicione. Para disfrutar de la vida hay que vivirla. Intenta convertir las preocupaciones en oportunidades, las dudas en reafirmaciones. Y los sueños No te obsesiones por realizarlos sino en caminar hacia ellos.
Cada día a la salida del colegio el abuelo de Pedro esperaba pacientemente a su nieto para recorrer juntos el camino de vuelta a casa. Su abuelo se interesaba por cada pequeño detalle de la vida de Pedro. Se aprendió enseguida los nombres de sus compañeros, los que le eran más afines, los que procuraba evitar o cuales eran sus juegos preferidos.
Poco a poco fue Pedro quien le contaba por iniciativa propia las peleas, amistades y conflictos del día a día. Así pues en pocos meses la opinión sobre su abuelo cambió radicalmente: contaba con él, lo hacía participar de su vida y su opinión siempre era importante para él.
Cuando Pedro cumplió diez años ya era mayor para moverse solo y su abuelo dejó de acompañarlo. En ese momento no se dio cuenta pero echaría en falta la presencia constante y paciente de su abuelo. En los años que siguieron se fue aislando cada vez más. Los compañeros de juegos de la infancia estaban muy raros: hacían grupos, buscaban alguien a quién criticar y no eran transparentes con él.
En esa etapa el abuelo fue hospitalizado y cuando en los próximos meses regresó a su casa había perdido la movilidad de forma que la única forma de verle era hacerle visitas.
Esperaba reencontrar un abuelo cambiado, más irascible y pesimista pero en sus ojos sólo veía gratitud y agradecimiento por la compañía. Tenía la impresión que el visitado era él. Al contrario de otras personas mayores su abuelo nunca se quejaba de sus limitaciones y no le aburría con monólogos de su vida. Así que como si el tiempo no hubiera transcurrido su abuelo siguió interesándose por los problemas de Pedro. Cada domingo por la tarde cogieron el hábito de verse y tomar un café con deliciosos dulces suizos de chocolate.
Hablaban de los exámenes, de las chicas, del equipo donde jugaba, de elegir profesión,
Una tarde cualquiera Pedro entró y escuchó la voz débil y apagada de su abuelo que lo llamaba desde su habitación. Postrado en la cama el brillo intenso de los vidriosos ojos de su abuelo le contaron que quizá era la última visita que le haría.
- ¿Tienes miedo a la muerte, abuelo? El abuelo sonrió y con tranquilidad sentenció:
- Si algo he aprendido es que por encima del temor a la muerte está el miedo a vivir. Mira, hay algo que quiero darte. Abre el primer cajón de la cómoda. Encontrarás un sobre
Querido Pedro, por tu decimoquinto cumpleaños he recopilado en este libro quince historias que hablan del miedo a vivir, a tomar decisiones, a correr riesgos, a asumir responsabilidades.
La primera de ellas es la historia de una chica que por amor decidió moverse a la ciudad de su pareja cambiando de país, trabajo, entorno. Fruto de esa relación naciste tú.
No tengas miedo a
ser criticado cuando los demás te tengan envidia.
a ser tu mismo incluso cuando te odies a ti mismo y no puedas aceptarte.
amar ni a ser rechazado.
a perder, al fracaso, a que se acaben los momentos felices
... a expresar tus sentimientos, a dialogar, a ceder, a rectificar o pedir perdón.
El miedo paraliza, no dejes que te condicione. Para disfrutar de la vida hay que vivirla. Intenta convertir las preocupaciones en oportunidades, las dudas en reafirmaciones. Y los sueños No te obsesiones por realizarlos sino en caminar hacia ellos.
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