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UNIENDO CASUALIDADES

(4) Dos conmovedoras historias hacia las profundidades del alma humana

(4) Dos conmovedoras historias hacia las profundidades del alma humana

En el artículo anterior, recogíamos trazos de la vida de Varlam Shalamov, su causa y su testimonio. En esta nueva entrega lo haremos directamente sobre dos historias que vivió durante su condena.

El relato del oso, el instinto humano más natural
 
El escritor toma el ejemplo de la naturaleza: siempre tan resistente y tenaz para mantener la vida. Inmerso en un ambiente moribundo, Shalamov encuentra -en esos momentos- los motivos que le hacen mantener la esperanza y le permiten seguir viviendo.
 
Mientras que los caballos no consiguen vivir dos años en esas condiciones y llegan a ‘suicidarse’ dejando de comer, Varlam parece mantener -en ocasiones- un diálogo con la naturaleza y encontrar -en las raíces retorcidas de las plantas que consiguen vivir a 50 grados bajo zero- la confirmación que se puede ser humano también en esas condiciones.
Un día de verano, se encontraban recluidos en la barraca, vigilados por un guardián. En un determinado momento sintieron una presencia, miraron fuera y vieron una pareja de osos: un macho y una hembra. El macho se distinguía por el pelaje. Inmediatamente, ellos reconocieron una oportunidad en esos osos para saciar dos necesidades básicas: alimento (carne) y abrigo (piel). Cogieron un fusil, apuntaron, pero mientras lo hacían hicieron un crujido que atrayó la atención del oso macho.

Éste -como primera reacción- se situó ante la hembra para cubrirla mientras ella escapaba y él permanecía inmóvil. Su actitud reveló un inequívoco deseo: que los proyectiles no alcanzasen a la hembra. Se paró, no escapó, sino que se encaró al que le apuntaba con el fusil y se dejó matar.

Shalamov en esta historia de los osos, en ese comportamiento, se está salvando a si mismo. En un entorno en el que se vendían y se mataban por una patata o un cigarrillo. Por el contrario vio un oso que era capaz de dar la vida por otro. Varlam ve en ese gesto una confirmación externa del bien, siente que hay alguien capaz de morir por otro, alguien que tiene mucha más pasión y capacidad de considerarse a si mismo que los que condenaron a los prisioneros a malvivir en los gulag.

 
En ese momento, el escritor te está aconsejando a ti -que estás lejos de estas situaciones- que en esa realidad el único modo para sobrevivir es: guardar los recuerdos dentro de uno mismo o bien pensar que alguien te está esperando, pensar en esas personas concretas, pensar la posibilidad que al menos esa persona que amas sabe que eres inocente y que estás pagando una pena injusta. Las esposas, los maridos, el amor está presente siempre. Pero no solo es algo que pertenece al sentimiento sino a algo biológico que emerge.
 
Y, en el fondo, halló su alma
Después de acumular semanas de duro trabajo en el exterior, los prisioneros del gulag trabajaban cada vez peor, y lo hacían cada vez menos debido al frío extremo: excavaban cerca el uno del otro para darse calor, intentaban llenar los carros de la mina pero con la prioridad de salvar el pellejo.
 
Entonces llegó el castigo. No trabajan lo bastante para cumplir su quota, cada grupo tenía que extraer una cantidad determinada de oro en la mina. Llegaron los guardias y explicaron en qué consistía el castigo. Permanecerían una semana entera recluidos en una especie de pozo de piedra con placas de hielo con el único alimento de un trozo de pan y agua.
 
Los guardias los hicieron formar en fila y les dijeron: "Venga, entregarnos vuestras prótesis". Después de acumular años de trabajos forzados, los mayores tenían algún ojo de cristal, dentaduras postizas, prótesis en las piernas, etc. Sin embargo, Varlam era muy joven y como no tenía nada para entregar permaneció quieto y el guardia bromeando y le preguntó:
 
"Tú, qué nos das, qué protesis nos entregas?". Shalamov les dijo que no tenía ninguna prótesis pero el soldado le insistió, "no, tú nos das una prótesis. ¡Venga, tú nos das el alma, va!". Él respondió negativamente. El soldado, picado, dejó de bromear y le dijo "dos semanas si no me das el alma". él responde otra vez “que no”. "Tres semanas de pozo si no nos das el alma". "Yo el alma no os la doy". Le cayó un mes que suponía casi muerte segura. No obstante, agotó la pena y resistió, era físicamente fuerte.
 
Salió lleno de llagas, con daños terribles en los huesos y dijo, recordando ese episodio: "estaba a punto de morir por algo que no creía tener. Sin embargo, en el momento en qué me la han pedido he entendido que era la cosa más preciosa que tenía".

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