Cómo las ven ellos: Pablo(9)
[Inspirado en "La carta esférica" de Arturo Pérez-Reverte]
Pasaron unos días, semanas y los tres chicos por un lado y las tres chicas por otro se reencontraron separadamente. Fue inevitable que se preguntaran entre ellos/as cómo veían a los/as demás. Sólo conocían bien un solo chico/a y de esas reuniones confabulatorias surgió un prototipo identificativo de cada cuál.
Tomás y María se vieron en la escuela de italiano y propusieron encuentros semanales con todos los amigos. Así fue cómo semana tras semana se fueron conociendo entre todos. Y claro, Dios los crea y ellos se juntan.
Pablo estaba sumido en complejas reflexiones intentando sacar algo en claro del lío mental en que se hallaba.
De las tres, de largo, me quedo con Julia. Sin duda la más lista e inteligente. Me vuelven loco las chicas así, me hacen sufrir, me cuesta estar a su altura, pero se derriten porque les mires cuando caminan o abras una conversación para romper el hielo, se dejan llevar pero sólo por dónde ellas quieren.
Mientras hablaba con Jorge me estuvo mirando un buen rato, lo notaba y Jorge me lo confirmó. Sin embargo no estoy seguro de ser capaz de aguantarle la mirada. Se muestra tan serena y segura de si misma que me da miedo que esté jugando conmigo a un falso juego de seducción para dejarme tirado al mínimo intento de acercarme a ella.
El otro día, hablando a solas con ella fue terrible. Me sentí un imbécil, nunca había actuado de ese modo. Ella me clavaba la mirada en mis ojos pero yo era incapaz de aguantarla. Maneja el silencio como nadie. Luego como si se compadeciera de mi me dedicó una mirada mezcla de hastío, sabiduría y cansancio. ¿Por qué van tan de superiores? Claro, creen que todos somos iguales y simples. Con un par de frases tienen suficiente, ya nos conocen de antemano, no dan pie a la duda, a la sorpresa, les hemos decepcionado y creen que pueden manejarnos a su antojo.
Pero ah! Cómo se mueve. Sus piernas enfundadas en esas medias finas y blancas se movían como las de una bailarina. No se aprende a andar así de forma consciente. Una mujer se sienta, habla, camina o inclina la cabeza de una u otra forma, eso no se puede estudiar ni aprender. Me siento tosco, vulgar, torpe.
Ante similares excusas sus dos amigos le daban poco crédito. “Estás enamorado, eso te debilita, te hace vulnerable”. “La tienes idealizada, lo que hace bien para ti la hace sublime y lo que hace mal la hace humana y incluso te parece que no lo hace tan mal”. “Como dices tu, está esperando que rompas el hielo. Dale una señal, ni muy clara ni demasiado tímida, ellas siempre nos ven el plumero.”
La próxima cita, Pablo estaba muy animado, estaba dispuesto a ir a por todas. Intuyó una mirada receptiva de Julia y avanzó hacia ella con seguridad y con una amplia sonrisa. Le susurró al oído que esa noche estaba muy guapa y que llevaba semanas deseando pasar por esto, por decir “todas esas bobadas que se dicen en estos casos”.
Pasaron unos días, semanas y los tres chicos por un lado y las tres chicas por otro se reencontraron separadamente. Fue inevitable que se preguntaran entre ellos/as cómo veían a los/as demás. Sólo conocían bien un solo chico/a y de esas reuniones confabulatorias surgió un prototipo identificativo de cada cuál.
Tomás y María se vieron en la escuela de italiano y propusieron encuentros semanales con todos los amigos. Así fue cómo semana tras semana se fueron conociendo entre todos. Y claro, Dios los crea y ellos se juntan.
Pablo estaba sumido en complejas reflexiones intentando sacar algo en claro del lío mental en que se hallaba.
De las tres, de largo, me quedo con Julia. Sin duda la más lista e inteligente. Me vuelven loco las chicas así, me hacen sufrir, me cuesta estar a su altura, pero se derriten porque les mires cuando caminan o abras una conversación para romper el hielo, se dejan llevar pero sólo por dónde ellas quieren.
Mientras hablaba con Jorge me estuvo mirando un buen rato, lo notaba y Jorge me lo confirmó. Sin embargo no estoy seguro de ser capaz de aguantarle la mirada. Se muestra tan serena y segura de si misma que me da miedo que esté jugando conmigo a un falso juego de seducción para dejarme tirado al mínimo intento de acercarme a ella.
El otro día, hablando a solas con ella fue terrible. Me sentí un imbécil, nunca había actuado de ese modo. Ella me clavaba la mirada en mis ojos pero yo era incapaz de aguantarla. Maneja el silencio como nadie. Luego como si se compadeciera de mi me dedicó una mirada mezcla de hastío, sabiduría y cansancio. ¿Por qué van tan de superiores? Claro, creen que todos somos iguales y simples. Con un par de frases tienen suficiente, ya nos conocen de antemano, no dan pie a la duda, a la sorpresa, les hemos decepcionado y creen que pueden manejarnos a su antojo.
Pero ah! Cómo se mueve. Sus piernas enfundadas en esas medias finas y blancas se movían como las de una bailarina. No se aprende a andar así de forma consciente. Una mujer se sienta, habla, camina o inclina la cabeza de una u otra forma, eso no se puede estudiar ni aprender. Me siento tosco, vulgar, torpe.
Ante similares excusas sus dos amigos le daban poco crédito. “Estás enamorado, eso te debilita, te hace vulnerable”. “La tienes idealizada, lo que hace bien para ti la hace sublime y lo que hace mal la hace humana y incluso te parece que no lo hace tan mal”. “Como dices tu, está esperando que rompas el hielo. Dale una señal, ni muy clara ni demasiado tímida, ellas siempre nos ven el plumero.”
La próxima cita, Pablo estaba muy animado, estaba dispuesto a ir a por todas. Intuyó una mirada receptiva de Julia y avanzó hacia ella con seguridad y con una amplia sonrisa. Le susurró al oído que esa noche estaba muy guapa y que llevaba semanas deseando pasar por esto, por decir “todas esas bobadas que se dicen en estos casos”.
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