Jueves Santo
Los informes de Pilatos hablaban de Jesús como un hombre que quería instaurar un nuevo reino: El Reino de Dios pero no aquí sino en el cielo. Mantiene la postura de pagar impuestos a Roma como respondió preguntado por los fariseos sobre la cuestión: "Al César lo que sea del César y a Dios lo que sea de Dios." Ciertos seguidores lo consideran Dios mismo.
- Quiere el trono de los judíos, Roma habría de tomar medidas - aseveró Miriam.
- ¿Contra quién? ¿El rey de los mendigos? No quiere poder en este mundo, por lo tanto tampoco el de la jurisdicción romana- dijo Pilatos encogiendo los hombros.
- Sí, pero ya está en Jerusalén, Anás se frota las manos y tiene a punto millares de peregrinos. Te ha dejado la faena y tendrás que cumplir.
- De qué me hablas?
- De la ejecución de este pescador.
- ¡No, no! ¡Seria un error vergonzoso! No ha hecho daño a Roma.
La conversación se acabó. Durante la noche, el ambiente se calentó aún más. A mediodía salí a caballo. La chusma había taponado las calles y no cedían el paso. Me escupían sin miedo, fácilmente me habrían podido matar y chillaban sin cesar. Vi Miriam. No es fácil esconder a mis ojos aquella fineza, ese andar airoso.
- Ya han cogido el pescador? pedí.
- No aún. Ha subido a Jerusalén montado sobre un burro y algunos mezquines lo han saludado como rey de Israel. Es hombre muerto, su sentencia está firmada.
- Pero Pilatos no lo arrestará.
- Ya lo hará Anás, lo llevaran al Sanedrín y lo condenaran a muerte.
- Pero el Sanedrín no puede ejecutar un hombre.
- Pero Jesús es judío, no romano. Según nuestra ley es rehén de muerte, ha blasfemado contra la ley de Moisés.
- Pero el Sanedrín no tiene jurisdicción para matar.
- Anás forzará Pilatos a crucificarlo.
- Eres dura con un hombre inofensivo sentencié.
- Quiere el trono de los judíos, Roma habría de tomar medidas - aseveró Miriam.
- ¿Contra quién? ¿El rey de los mendigos? No quiere poder en este mundo, por lo tanto tampoco el de la jurisdicción romana- dijo Pilatos encogiendo los hombros.
- Sí, pero ya está en Jerusalén, Anás se frota las manos y tiene a punto millares de peregrinos. Te ha dejado la faena y tendrás que cumplir.
- De qué me hablas?
- De la ejecución de este pescador.
- ¡No, no! ¡Seria un error vergonzoso! No ha hecho daño a Roma.
La conversación se acabó. Durante la noche, el ambiente se calentó aún más. A mediodía salí a caballo. La chusma había taponado las calles y no cedían el paso. Me escupían sin miedo, fácilmente me habrían podido matar y chillaban sin cesar. Vi Miriam. No es fácil esconder a mis ojos aquella fineza, ese andar airoso.
- Ya han cogido el pescador? pedí.
- No aún. Ha subido a Jerusalén montado sobre un burro y algunos mezquines lo han saludado como rey de Israel. Es hombre muerto, su sentencia está firmada.
- Pero Pilatos no lo arrestará.
- Ya lo hará Anás, lo llevaran al Sanedrín y lo condenaran a muerte.
- Pero el Sanedrín no puede ejecutar un hombre.
- Pero Jesús es judío, no romano. Según nuestra ley es rehén de muerte, ha blasfemado contra la ley de Moisés.
- Pero el Sanedrín no tiene jurisdicción para matar.
- Anás forzará Pilatos a crucificarlo.
- Eres dura con un hombre inofensivo sentencié.
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