Aetalag (I)
La conocí en Atsu Guara Seac lanzando cada día una botella a las aguas del Orbe. Yo soy Etna Cifi Not, navegante. Distribuyo mercancías de Atsu Guara Seac hacia poblaciones más al este o al revés, importo mercancías marítimas río arriba hasta la ciudad.
Cada tarde al arribar a puerto una chica, Aetalag, está en lo más alto del puente. Su tez altiva, erguida sobre un cuello bien arropado. Guantes de piel sostienen una botella. Cuando el último barco ha atracado al puerto ella, sin dejar de mirar al infinito, deja caer su botella al río y, cuando la ve desaparecer, se va, como una sombra entre la niebla. Cada día, a la misma hora.
Una tarde soleada me atreví a realizar un plan que hacía tiempo que me rondaba en la cabeza: tirarme al río para recoger la botella. Como cada tarde Aetalag soltó la botella y al cabo de unos minutos la vi pasar y, sin pensarlo dos veces, salté hacia ella. Una vez en tierra, en la misma orilla abrí la botella que tapaba un pedazo de corcho. Del interior de la botella saqué un trozo de pergamino escrito con mucho esmero con la tinta habitual. Leí su contenido y me asombré. No estaba habituado a leer más que tratados comerciales y otros documentos establecidos para el comercio. Eso era... nuevo, mágico, estimulante, fantástico.
Era una narración que llamé novela puesto que en navegación hay un instrumento, la "manivela", que sirve para desplegar lo que se conecta a ella mediante una cuerda y, ese pedazo de papel escrito con tinta, aquella tarde, me desplegó la mente!
Cada tarde al arribar a puerto una chica, Aetalag, está en lo más alto del puente. Su tez altiva, erguida sobre un cuello bien arropado. Guantes de piel sostienen una botella. Cuando el último barco ha atracado al puerto ella, sin dejar de mirar al infinito, deja caer su botella al río y, cuando la ve desaparecer, se va, como una sombra entre la niebla. Cada día, a la misma hora.
Una tarde soleada me atreví a realizar un plan que hacía tiempo que me rondaba en la cabeza: tirarme al río para recoger la botella. Como cada tarde Aetalag soltó la botella y al cabo de unos minutos la vi pasar y, sin pensarlo dos veces, salté hacia ella. Una vez en tierra, en la misma orilla abrí la botella que tapaba un pedazo de corcho. Del interior de la botella saqué un trozo de pergamino escrito con mucho esmero con la tinta habitual. Leí su contenido y me asombré. No estaba habituado a leer más que tratados comerciales y otros documentos establecidos para el comercio. Eso era... nuevo, mágico, estimulante, fantástico.
Era una narración que llamé novela puesto que en navegación hay un instrumento, la "manivela", que sirve para desplegar lo que se conecta a ella mediante una cuerda y, ese pedazo de papel escrito con tinta, aquella tarde, me desplegó la mente!
5 comentarios
Mariposa -
Besos voladores ;-)
Marta -
Me ha encantado. Merci.
Brisa -
Ardi -
La Mariposa -
¡No es que no quiera escribirte! Es que por ahora ando muy mal de tiempo...
Besitos voladores ;-)