En éste post voy a contraponer dos puntos de vista, el de dos autores: uno de oriente y otro de occidente. Soy consciente que dos autores no son representativos de dos culturas, ni dos libros lo son de la forma de pensar de sus escritores. Si reduzco el tema a dos puntos de vista (el de occidente y oriente) sólo es para contrastar ideas e invitar a la reflexión.
El francés Antoine Saint-Exupery contaba en El Principito que al conocer a alguien lo sacas del anonimato, le pones un nombre creando un lazo único con esa persona, que será alguien especial e irremplazable.
Anthony de Mello, nacido en India, considera en Llamada al amor que, particularizar en unas pocas personas significa excluir a otras, que el Amor no excluye a nadie y cuanto más ámplio y sensible sea a cada persona o cosa, más fiel es al Amor. Con cada persona creamos lazos de dependencia que son egoísmo bajo apariencia de amistad o amor, sufrimiento por su ausencia, miedo a perderla, a la soledad...
A continuación siguen algunas ideas de Llamada al amor que chocan con nuestra forma de pensar, relacionarnos y de ver la realidad.
En nuestra cultura y entorno se considera que ’cuidarse’ se refiere al cuerpo. Nos olvidamos de lo que no se ve con los ojos. También nuestra mente puede llegar a convertirse en una masa grasienta y dejada.
Imagínate tu y el mundo. De toda la información que hay en el mundo te llega sólo una parte a través de una serie de filtros o capas.
¿Cuáles son? Básicamente son tus ideas, hábitos y ataduras.
Las ideas son opiniones que con el tiempo que has asumido. ¿Quién genera tus opiniones? Tienes que evitar refugiarte en los sueños mientras que en tu vida otros deciden por ti.
Los prejuicios sobre las personas, hacen que te aferres a la idea que te has hecho de ellas. Ponemos etiquetas que son esa pantalla entre tu y esa persona que hace que te sea imposible apreciar sus cambios.
Por otro lado, los halagos te pueden impedir ser tu mismo. Si gustamos a alguien querremos como quiere que seamos y cuando deje de halagarnos creeremos que tenemos que cambiar. Por el camino has perdido la libertad.
Los hábitos no deberían invadir el terreno de las relaciones personales. En otras esferas de la vida son básicos para no tener que pensar cada uno de nuestros movimientos. Pero en las relaciones no. A nadie le gusta ser querido como por costumbre. Hay que aprender a ver las personas con la inocencia, creatividad y observación de un niño, sin agotar nuestra capacidad de sorpresa.
Luego estan las ataduras. Existe la creencia de creer que hay cosas o personas sin las que uno piensa que no podría ser feliz. Las pasiones como la ira, angustia, depresión, el enamoramiento o la ambición canalizan tus energías, pueden absorverte por completo. Finalmente, pensamos que nuestros miedos nos protegen pero sólo nos permiten centrar la atención en determinadas cosas excluyendo el resto.
Anthony propone una forma de dejar de estar sujetos a éstas ‘necesidades’.
Tenemos que escoger entre mi vínculo y mi felicidad. Ambas cosas son incompatibles. Una existencia serena y alegre no es compatible con un corazón a merced de las pasiones.
Analiza de dónde nace la atadura, no naciste con ella. Esa atadura la creó la sociedad o tu mismo que crees que sin ella no podrías ser feliz. Nada ni nadie condiciona tu libertad ni tu felicidad, sólo tu mismo. Dedica tiempo a examinar tus ideas, hábitos y miedos sin juzgarlos ni condenarlos, sólo observándolos.
Mira la vida con perspectiva. Estamos demasiado ocupados escuchando los ruidos que nuestra vida programada nos ha metido en el cerebro. Escucha la sinfonía de la vida, goza del conjunto. Escucha y observa las personas como si fuera la primera vez que las ves y las verás como son en realidad.
Por último siéntate y mira cómo funciona tu mente, sigue el flujo de tu pensamiento, analiza dónde va, cómo se mueve, qué pensamientos, sensaciones y reacciones tienes y te sentirás vivo.
Pero éste Amor universal me parece tan lejano que añoro ese Principito más cercano, entrañable y humano. En realidad la visión oriental nos recuerda cómo funcionamos, cómo somos. Tenemos comportamientos muy arraigados que no podemos modificar porqué las ataduras nos caracterizan. No todas nos esclavizan. Cada cuál debe reflexionar de cuales prescindir. Algunas las escogemos libremente, no nos apartan de la felicidad sino que contribuyen a ella.
Así pues, creo que no hay que luchar contra nuestra naturaleza sino aceptar nuestros límites sin dejar de ser exigentes y coherentes con nosotros mismos. No olvidemos que los modelos no estan para copiarlos sino tomar como referencia aquí y ahora. No podemos abstraernos de nuestra historia, limitaciones ni de nuestro entorno y cultura.
Aun así, pequeños momentos de silencio, oración y análisis de nuestras actitudes, pensamientos y prejuicios son necesarios para encontrarnos a nosotros mismos.
¿Dedicamos tiempo a pensar, observar y descubrir?
Nos es imposible estar bien informados, pero, ¿nos preocupamos de estarlo?
¿Somos flexibles con la gente, creemos en la capacidad de cambiar/mejorar o los damos por conocidos al poco tiempo? Si no estamos dispuestos a dar una oportunidad no esperemos que nos la den.
¿Somos nosotros mismos o actuamos para gustar y hablamos en función de lo que quieren escuchar?
¿Mostramos interés por los demás?¿Ofrecemos algo nuevo o nos dejamos llevar por la rutina y la pereza?
¿En qué dedicamos nuestro tiempo libre?¿Qué porción de este tiempo dedicamos a las personas y cuánto a las cosas y tareas que nos atan, enganchan y esclavizan?
Si no nos lo planteamos nos dejaremos engullir por este mundo que despersonaliza el individuo y globaliza el consumo a la vez que nos distrae y entretiene bombardeándonos de información inmediata, caótica e irreflexiva y atiborrándonos de publicidad y consignas para uniformarnos.
Mantener un cuerpo en forma requiere esfuerzo, constancia y vencer inercias a cambio de ganar autoestima y vitalidad. Igualmente, actuar libremente siendo nosotros mismos requiere cambiar de hábitos con la motivación de conseguir lo que uno se propone.